In vino, veritas

Contra quienes cíclicamente vaticinan la muerte del cine, siempre hay un Alexander Payne que viene a confirmar lo contrario, o sea, que aún queda mucha vida por delante. Si el joven realizador ya había dado muestras en sus anteriores trabajos ( Citizen Ruth , Election y A propósito de Schmidt ) de aportar una visión personal con su obra, basada en el estudio de personajes, la observación minuciosa y crítica de la realidad o la denuncia de los grandes males contemporáneos (como la política o la globalización), esta Entre copas no hace si no confirmar que nos encontramos ante un autor importante. El filme, recorrido por un sentido del humor a veces salvaje y esa finísima ironía marca de la casa, nos reconcilia con las esencias del gran cine que en los 70 intentó abrirse paso en EE. UU. al margen de los códigos estereotipados de Hollywood. Dos actores poco conocidos pero aquí inmensos, Paul Giamatti y Thomas Haden Church, encarnan a los amigos Miles y Jack. En plena crisis de los 40, ambos deciden tomarse unos días para recorrer los viñedos de California, beber y comer. Eso al menos es lo que cree Miles, un profesor frustrado doblemente, por su incapacidad para escribir novelas y por su divorcio, porque Jack, actor mediocre, a punto de casarse con una rica heredera, sólo tiene en la cabeza una cosa: acostarse con cuanta tía se le ponga a tiro. Quijote y Sancho, Don Giovanni y Leporello, los dos son en realidad ambas caras de una misma realidad, aquella que inútilmente les invita a desviarse por carreteras secundarias (auténtico título de la película) -las del idealismo, la melancolía y la autoindulgencia, en un caso, o esas otras de la búsqueda efímera del placer sin fin, en otro-, en vez de enfrentarse con sus demonios y someterse a un destino sembrado de compromisos y renuncias. Qué maravillosa lección de cine y de vida. «ENTRE COPAS»: Dir: Alexander Payne. Int: Paul Giamatti, Thomas Haden Church, Virgina Madsen. 126 min.