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Brillar o no brillar
Robots parte de un axioma muy de Assimov: los androides pueden ser más humanos que los propios humanos. Y esa es su gracia, que nos reconocemos en las tiernas chatarras animadas por los creadores de La Edad del Hielo . Todos nos oxidamos, la vida nos gasta, apaga y desluce. En Robots hay un buen número de citas para cinéfilos y amantes de la ciencia ficción: desde El mago de Oz hasta Cantando bajo la lluvia , pasando por la evocación de Metrópolis , con un Baal babilónico que reina en las entrañas de la ciudad mecánica, ayudado por la pista sonora de Tom Waits. La concepción de las secuencias es, en general, un prodigio; como la del restaurante de aceite, grasa y tornillos para robots, o aquella otra en la que el autómata protagonista huye magnetizado de los cientos de objetos que atrae por las calles de Robot City. El diseño de los personajes es también imaginativo y abigarrado, véanse el padre lavaplatos con el depósito de la vajilla incrustado en el estómago o el coche de cuerda de pequeños recorridos. Algunos diálogos van lejos en la percepción del deterioro: «Cuando llegas a la edad en la que caduca tu garantía, todo en ti son cintas adhesivas». En cuanto a las texturas, con esos azules y rojos que nos evocan los hierros de los años sesenta, la Blue Sky le echa un pulso a Pixar, ganándole hasta el próximo duelo. Pero, dados los primeros pasos en los caminos indicados, el guión no va más allá de los guiños argumentales. Es como si sus creadores tuvieran miedo a llenar de contenido una película de animación, muy al contrario de lo que pasa, por ejemplo, en Shrek 2 o Los Increíbles . Por eso estos Robots , que pudieron brillar, no harán mucha historia, contentándose con ser un evidente regalo para la vista. «ROBOTS»: EE.UU. 2004. Dirección: Chris Wedge y Carlos Saldanha. Animación. Duración: 89 minutos.