El trauma de Kidman

Cuando las luces de la sala se encienden, queda sensación de película correcta, a ratos brillante, deudora de un cine en desuso que muy de vez en cuando recuperamos en pases televisivos o, cada vez más (bendito sea), a través del DVD. Entre otras cosas porque Pollack procede de la llamada segunda generación de la televisión, bregada en telefilmes desde finales de los cincuenta, cuando el formato vivía su Edad de Oro y el cine empapaba su tono dramático y sus recursos visuales. Tanto, que son ahora unos clásicos. Concisión narrativa, renuncia a juegos florales, personajes vivos y guiones bien acabados, fueron constantes en Pollack, autor de una amplia aunque irregular filmografía, entre ellos Danzad, danzad, malditos , Los tres días del cóndor o Memorias de África . La sombra de Hitchcock se alarga sobre La intérprete , nuevo lucimiento para la muy versátil Nicole Kidman. Se puede seguir el rastro de Topaz o Con la muerte en los talones que El Gordo no pudo rodar en la propia ONU, privilegio concedido a Pollack y que aporta un notable plus de credibilidad al filme. Como obra de suspense, también admite truculencias y recursos chirriantes. Es el caso del imaginario país africano, Matobo, renunciando a sacar una dictadura real, que las hay. El guión juega a dos bandas. Hay dos tipos solitarios con un pasado que les atormenta, la intérprete Kidman y el detective Penn, y una intriga política hábilmente tejida hasta un desenlace que sin provocar botes de alegría, se plantea sin las estridencias estilo Bruckenheimer & CO... Estalla una bomba en un autobús y la secuencia espeluzna al tiempo que sirve a Pollack para alardear de oficio. Es una película inteligente.