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La fuerza del amor
Prosigue Claude Chabrol su indagación sobre las costumbres, contradicciones y fantasmas de la burguesía de provincias, el tema favorito de este sibarita autor francés, tan amante de la buena mesa como de los cadáveres escondidos en los añejos armarios de las vetustas propiedades familiares. Ahora vuelve a apoyarse en una novela de la escritora Ruth Rendell, como ya había hecho en la estupenda La ceremonia , pero sin la presencia de su musa pecosa, Isabelle Huppert, que esta vez le ha cedido el puesto a una tan desconocida como espléndida, en todos los aspectos, Laura Smet. Aquí el chico ejemplar, hijo mayor de una mujer viuda, que lleva una existencia tan anodina como ajustada a lo que cabría esperarse de él conoce durante una boda a Senta, una chica que ejerce de dama de honor en la ceremonia de una de sus hermanas. Enigmática, turbadora, apasionada, audaz, libre, la joven, una actriz en ciernes que se ha cambiado el nombre verdadero por el de la protagonista de El holandés errante , irrumpe en la vida del hombre como un torbellino de nuevas emociones y sorpresas. Esto le sirve a Chabrol para teorizar sin la gravedad de los discursos pesados, si no más bien con su ironía y falta de pretensiones habituales, sobre cómo la fuerza irracional del amor puede llegar a transformar a las personas, descabalgándolas de sus convicciones más sólidas y abriéndoles las puertas a la exploración de territorios ocultos, allí donde la frágil frontera entre el bien y el mal se diluye, pierde su sentido. No es así. Escondida en los pliegues de esta aparentemente inocua historia, se encuentra la sabiduría de un maestro sutil, puntilloso e irónico observador y cronista de las conductas humanas. LA DAMA DE HONOR: Francia, 2005. Dirección: Claude Chabrol. Intérpretes: Benoît Magimel, Laura Smet. Intriga. 110 minutos.