Loa al espectáculo

George Lucas decidió que Episodio III. La venganza de los Sith sería una digna conclusión de la saga Star Wars y así es. Un no va más en cuanto a cine-espectáculo, aunque mimando a los personajes para evitar que sean triturados por una brillante apoteosis FX a base de 2.138 planos trucados perfectamente ensamblados. Conviene precisar que la saga Star Wars, que es referente audiovisual obligado en la cultura de finales del siglo XX, sería cosa bien distinta sin el recurso a los efectos especiales de la Industrial Light & Magic, propiedad del propio Lucas. Es decir, si directores consagrados como Altman o Penn confiesan su aversión a películas así, Star Wars se antoja distinta, saga merecedora de honra en la antología del cine. Tal afirmación no impide hacer algunos matices a La venganza de los Sith , más relacionados con el peaje mediático que con su propia resolución. Insistamos: loa al espectáculo en pantalla grande. Aun tratándose de una precuela que anunciaba a Darth Vader, una absurda campaña de márketing desveló la trama al detalle desde hace semanas, rebajando así su temperatura emocional. Era sabido que Obi-Wan Kenobi y Annakin se enfrentarían en un largo duelo. Como también era conocido lo sucedido a la princesa Amidala y otras incidencias. Pese a todo, el filme cumple con holgura. Si la música de Williams, con su insuperable fanfarria, contribuye a engrandecer el resultado, más todavía la pericia de Lucas para confirmarse como amo y señor de un estilo sin imitadores, aunque muchos lo intentan. Aquí ni hay chatarra ni hay barullo, hay una idea de cine que, a estas alturas del siglo XXI, todavía sigue vivo y muy vivo. De propina, hasta permite hacer algunas lecturas en clave política. Como cuando Annakin dice a Kenobi «El que no está conmigo, es mi enemigo». ¿A qué les suena? LA VENGANZA DE LOS SITH: dir: George Lucas. Int: Ewan McGregor, Hayden Christensen, Natalie Portman.