Diario de León

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El retorno del rey

Un momento del concierto de Serrat

Un momento del concierto de Serrat

Publicado por
Miguel Ángel Nepomuceno
León

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El retorno de Serrat no ha podido ser más apoteósico a juzgar por los conciertos que sin descanso está ofreciendo por el Norte de España tras su reciente salida de los quirófanos donde ha mantenido un pulso firme con el cáncer para salir triunfante y con energías renovadas para continuar. «Son muchos los proyectos que aún me quedan por hacer y que si la salud no me abandona, dijo, los llevaré a cabo». Organizado por Caja Duero, las entradas se agotaron nada más ponerse a la venta y el aforo del teatro Jovellanos de Gijón quedó pequeño para acoger al numeroso público llegado desde los lugares más lejanos de la geografía española para reencontrarse de nuevo con el juglar de la cotidianeidad que es el cantautor de Poble Sec. Acompañado únicamente por el piano de su amigo del alma Ricardo Miralles y su guitarra confidente de tantas noches de gloria, Serrat fue tejiendo «golpe a golpe» ese fino tapiz de la complicidad hasta arrastrar a todo el teatro a una suerte de laberinto en el que lo real y lo onírico no tienen espacios definidos. Desde el mismo inicio del concierto se estableció un diálogo cómplice con cierto sector del público con el que incluso llegó a dialogar el cantautor, preguntándoles por su familia de Uruguay y la comunión de uno de los hijos de ese matrimonio llegado de las Américas. Luego, consiguió aplacar los ánimos con los últimos hallazgos en materia de sentimientos y fue arañando nuestros flancos más débiles con sus canciones de siempre: Tu vientre, Una mujer desnuda , que fueron una vez más el fiel testimonio de nuestras vidas. Todo el recital fue un continuo guiño a la nostalgia y un homenaje a ese colaborador impagable que es Ricardo Miralles con el que ha hecho, sin fisuras su singladura artística. El resto fue un crecendo imparable hacia la memoria más inmediata y Meditearráneo , Muñeca Rusa, Fiesta ,mecieron al oyente entre el cielo y el infierno antes de dejarle recostado irremisiblemente en la nostalgia con esa Saeta que cerró la noche como un canto desgarrado a la España más profunda. En resumen, el Serrat de siempre, que vuelve sin haber partido.

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