| Crítica | Cine |
Y superbobo
Hollywood tiene un problema cuando apadrina cine con la etiqueta familiar . Considera la familia una agrupación de imbéciles o casi. Le viene de tradición, sobre todo cuando Disney, cariñosamente apodado Tío Walt porque así le gustaba que le llamasen, se empeñó en liderarla con sus dibujos animados pero también con ficciones que al mismo tiempo eran vehículo de transmisión para el modo de vida norteamericano, con uno de sus pilares fundamentales en la familia. Familiar en apariencia es Un canguro superduro y Walt Disney su productora. El problema está en que corren otros tiempos y las familias de ahora, en Estados Unidos y en el resto planetario, andan en asuntos menos complacientes porque ni la vida es cuento de hadas ni el planeta un paraíso. Como allá no se enteran y su idea de este tipo de cine insiste en hacer películas gansas para gente a la que consideran ídem, de ahí esta cosa que deambula por las pantallas del país bajo la coartada de que escasean las películas para los más pequeños, y cerrando el paso con un abrasivo número de copias a filmes más enjundiosos e igualmente atractivos. Así está el negocio. Aplicando una mirada oblicua, nos quedaríamos con la sugerente idea de ver al cachas Vin Diesel, por añadidura un cualificado Navy Seal, algo así como un clon de John Rambo pero en versión diamantina, cambiando pañales a un crío e incluso haciendo inútiles esfuerzos (como actor, el hombre es malo como el arsénico?) por asomar unas lágrimas en el momento más emotivo. Su misión: proteger a cinco críos de los malos que les quieren fulminar. Aderezado con personajes esquemáticos, caricaturescos, indignos del subgénero comedia familiar. Corren tiempos duros para la idiotez complaciente. UN CANGURO SUPERDURO. Dirección: Adam Shankman. Intérpretes: Vin Diesel, Brittany Show, Max Theriot.