Cine marcial

Los amantes del cine y de las artes marciales tenemos un problema a la hora de combinar ambas aficiones, pues, tras años de películas, seguimos esperando una obra maestra en este particular género. En los 70, Bruce Lee popularizó las artes marciales, pero sus películas se dirigían más al público oriental; en los 80, Chuck Norris, Van Damme o Steven Seagal hicieron fortuna con películas que mostraban sus habilidades pero que no pasaban de ser (y no es poco) entretenimientos de acción. Por fin, en el siglo XXI se produjo un resurgir del cine de artes marciales proveniente, cómo no, de Oriente. Tigre y Dragón volvió a poner de moda combates imposibles ¡y aéreos!, que no convencieron a los puristas pero que son un regalo para la vista. Adoptados por Hollywood ( Matrix ), hoy en día parece imprescindible el uso del cable y del ordenador en toda película de artes marciales ( Tony Jaa es una excepción tailandesa que dará que hablar). Tenemos en la cartelera leonesa dos ejemplos de dónde está el cine de artes marciales hoy: una película con capital americano (aunque con Luc Besson detrás) que trata de mezclar calidad (Morgan Freeman) con genialidad marcial (Jet Li) y que se queda a medio camino de ambas: Danny the Dog (¿no sabrían traducirlo?) es un producto aceptable pero no destacable. Por otro lado, Kung-Fu Sion (mejor que no traduzcan), de Stephen Chow, es una película oriental que mezcla el humor con la acción y la cinefilia, con homenajes al musical, a los dibujos animados, a Spiderman: todo un Matrix-Fu. Una vuelta a los 70, con excesivos efectos digitales. Es curioso que la anterior película de su autor no se haya estrenado en España, pues mezclaba con bastante más ironía las artes marciales con el fútbol, creando una especie de Oliver y Benji en imagen real.