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La hora sin vida

Hilary Swank en una escena de la película «11. 14, Destino fatal»

Hilary Swank en una escena de la película «11. 14, Destino fatal»

Publicado por
Eduardo Galán
León

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Algunos seguimos yendo al cine en busca de pequeñas revelaciones: el gesto de un rostro, un objeto cargado de significado dentro del plano que lo contiene, una buena atmósfera o una réplica inteligente. Perseguimos algo que nos acompañe unos días, hasta que el exceso de información y el revoltijo de la memoria lo seleccione, para ver si vale la pena resucitarlo durante los próximos años. Por eso, generalmente, preferimos las películas imperfectas, que suelen contener algo nuevo, irregular. Sabemos que de la que nos ocupa hoy únicamente retendremos un plano; esa panorámica cenital que comienza en los pies de Rachael Leigh Cook, tumbada en la cama del dormitorio juvenil, y se detiene en su rostro inexpresivo, bovino, rumiando un chicle con decisión autómata, con una violencia notable y ensimismada. Es cierto que, como está al final de la película, la toma viene a explicar algunas claves subterráneas de la historia, pero tiene fuerza y valor por si sola. Es el único buen momento de una hora y media que no podemos definir, en rigor, como aburrida. Al contrario, la narración y la estructura de 11:14, destino fatal es casi virtuosa. Funciona bien su maquinaria de historias cruzadas que acaban convergiendo. Además la película contiene sorpresas dosificadas dentro de un orden, dividida en fragmentos de diez o quince minutos, que nos van mostrando poco más de media hora de una noche de atropellos y traiciones. Y es que al director solo parece interesarle la buena marcha de la narración y lo bizarras y violentas que puedan parecer las situaciones. Alguien debería decirle que la prótesis dental de Hilary Swank no basta para definir su encarnación. 11. 14, DESTINO FATAL , 2005. Director: Greg Marcks. Intérpretes: Patrick Swayze, Hilary Swank, Shawn Hatosy, Henry Thomas. Intriga. Duración: 86 minutos.

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