| Crítica | Cine |
Animado mundo caníbal
Desaparecida una Disney prehistórica, nostálgica y analógica, la industria de la animación en Norteamérica es ahora un duelo artístico y técnico entre tres compañías digitales: Pixar, Dreamworks y Blue Sky. Sus creativos estiran los límites del género, intentando hacer dibujos animados que sean también atractivos para los adultos, llenándolos de citas cinéfilas, guiños a la actualidad y parodias de otros géneros. Madagascar es el último intento en esa línea, pero, como Robots , resulta insatisfactoria, devorada por la indefinición a la que la llevan sus diferentes tensiones comerciales. Los creadores de Antz no han conseguido dotar de equilibrio una película que quiere ser políticamente correcta pero que juega también a la incorrección, muy alejada de otros productos más gamberros ofrecidos por Dreamworks, como las dos geniales entregas de Shrek . Así convive aquí un esquemático canto a la diversidad con el más creativo debate sobre los buenos sentimientos sepultados en un mundo caníbal. Hay secuencias bastante perversas, como aquella en la que los cuatro amigos del civilizado zoo de Nueva York constatan la ley de la jungla. La cebra, el león, la hipopótamo y la jirafa pasean por la selva con la pista sonora del What a wonderful world de Louis Armstrong, banalizado en Good morning Vietnam , y que aquí resulta feroz como comentario a la bacanal de cocodrilos y plantas carnívoras que engullen a tiernas criaturitas. La calidad de este pasaje desnuda aún más la parte conformista que domina la historia. No dudamos que, dejando a parte el deleite estético que nos brindan algunas texturas o la arrebatadora paleta de colores, tanto adultos como niños bostezarán muchas veces y al unísono, como consecuencia del erróneo diseño de producción y de un guión poco afortunado. MADAGASCAR. EE. UU. 2004. Directores: Eric Darnell y Tom McGrath. Animación. Duración: 80 minutos.