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Gabardinas y sombreros calados
Frank Mikel Morrison Spillane dibujó allá por los años cuarenta la silueta de Mike Hammer, el paradigma de detective duro cuya ética personal es más importante que las convenciones legales de la sociedad. Años más tarde, su tocayo, el otro Frank M. -Frank Miller- esbozó el génesis de lo que hoy conocemos con el sobrenombre de la ciudad del pecado, Sin City . La cinta que hoy por hoy ornamenta las salas debe su germen al cómic ideado por Miller, y el aura de novela negra, de esperpento trajeado con gabardina y sombrero calado hasta las cejas a Spillane, a sus novelas, que si bien no engrosarán la nómina de nuestros libros de cabecera si concibieron la esencia de lo que hoy admiramos en las salas bajo el nombre de Sin City , video arte si se quiere. La producción y dirección cuenta con nombres de la índole de Robert Rodríguez y Tarantino -invitado, pero se nota su toque-, aderezada también con un reparto sin parangón, encabezado por Mickey Rourke, Bruce Willis, Clive Owen, Benicio del Toro, Jessica Alba y Elijah Wood, entre otros. El caso es que Mike Hammer y el agente Hartigan -uno de los protagonistas de la versión celuloide de Sin City , encarnado por Bruce Willis- poseen el mismo estigma de poli honesto pero desarraigado, plagado de normas personales que les son aptas para burlar los textos legales y evitar el apellido de «chico bueno», un filósofo de barra que estudia el tintinear del casquillo en los adoquines. Un tipo duro. La película salva la desatrosa moda de la adpatación a la gran pantalla de las viñetas mensuales -casi todas de la Marvel-. Rodríguez, Frank Miller y Tarantino dan vida a un engendro difícil de describir pero fácil de admirar. Sin City , con su aroma a sangre, sudor, sexo, y nicotina, se cala el sombrero años cuarenta hasta las cejas, se baña en un blanco y negro que ofrece unas texturas de acera y tugurio y emplea las luces y sombraspara acentuar la hipnosis del espectador. Mágnifico en toda su definición, y el final, para los que no conozcan la historia, es de los que te deja petrificado viendo pasar los créditos. Las alusiones al infierno de Dante, el romanticismo descarnado, el antihéroe cervantino con cuatro gintonics de más y muy mala leche -ingenioso y sanguinario-, tres historias engarzadas en una ciudad que ni tiene ley, ni quiera tenerla. Blanco y negro moteado de sangre, con el cenicero a rebosar... presenciamos la Pulp Fiction del siglo XXI.