| Crítica | Cine |
Jennifer Connelly, mojada
Menos mal que algún remake tiene sentido. Este de la película de terror japonesa Dark Water está cargado de significado; muy al contrario, por ejemplo, que la operación de comercializar normalmente las dos partes de La señal en el mercado americano, con actores blancos que hablan sin subtítulos. Aquellas adaptaciones occidentales del mundo alucinado y húmedo del escritor Koji Suzuki, obsesionado con el agua como conductora del miedo, solo respondían a una justificación: ver sufrir como nadie a una líquida Naomi Watts, antes de su encuentro contra natura con King Kong. La versión americana de Dark Water es de una sorprendente coherencia y seguramente mejor que su original. Resulta un alivio comprobar que el autor de Estación Central de Brasil y Diarios de motocicleta lleva a su terreno, natural y pesimista, la historia japonesa expresionista. La de una casa supuestamente poseída por el fantasma de niña abandonada y ahogada que se manifiesta a una mamá y a su hija, también acechadas por la soledad y el desamparo. Últimamente, a los consumidores del cine de terror nos han encharcado demasiado con tanta agua caprichosa y asesina, y hemos reído de pena, sobre todo con la desopilante segunda parte de La maldición . Pero recibimos con alegría de mayo el agua perenne que empapa el pelo y la trenka de pana marrón de Jennifer Connelly. La tristeza y dulzura de esta actriz es digna de santa mística y su delgadez extrema resulta todo un icono de la soledad contemporánea. Ese es el sentido último, simbólico y sicoanalítico, de esta película de terror que toca el alma. LA HUELLA: Director: Walter Salles. Intérpretes: Jennifer Connelly, Tim Roth, John C. Reilly, Pete Postlethwaite.