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Los ojos de la generación del 98
José Ortiz-Echagüe fue uno de los grandes pioneros de la fotografía española, aunque su obra no estaba al alcance del aficionado medio. Una carencia que viene paliar la Biblioteca básica de fotógrafos españoles que dedica un volumen su colección PHotoBolsillo al genial fotógrafo e ingeniero alcarreño. Recoge en 112 páginas 69 imágenes realizadas por uno de los grandes de la historia de la fotografía en España. Se reúne así por primera vez en una edición de bolsillo lo mejor del genial trabajo del fotógrafo de España, reconocido como el padre del documentalismo en nuestro país. Prologa el libro Asunción Domeño, responsable de Gestión e Investigación del Fondo Fotográfico Universidad de Navarra, el antiguo Legado Ortiz-Echagüe. Activo fotográficamente hasta 1973, su legado se compone de 1.083 instantáneas originales y más de 28.000 negativos, además de toda su parafernalia técnica, sus máquinas y su material de laboratorio. José Ortiz-Echagüe (Guadalajara 1886-Madrid 1980) dedicó su vida profesional a la industria y la modernización de España. Militar y piloto en su juventud -el tercer español que obtenía esta cualificación en 1911-, no se plantó jamás el ejercicio profesional de la fotografía. Adelantado a su tiempo y una de las principales figuras del regeneracionismo español, emprendedor y tecnócrata, fundador de empresas como Casa (1923) y Seat (1950), Ortiz-Echagüe se sirvió para su labor fotográfica de una mirada nostálgica, tradicional y neorromántica que fijó en tipos, usos y costumbres de la España de su tiempo. Incondicional admirador y asiduo lector de Ortega y Gasset, Unamuno, Azorín o Machado, José Ortiz-Echagüe fue el fotógrafo noventayochista que, como aquellos escritores, se propuso testimoniar un pasado entroncado la tradición antes de que fuera fagocitado la modernidad. Fue así un notario de la tradición que compatibilizó en la documentación con la emoción que sentía por las tierras españolas que recorrió para retratar con eficiente austeridad tipos y paisajes. Su labor antropológica se cimentó en los cuatro grandes bloques temáticos que componen su obra: tipos ataviados con trajes populares; retratos; paisajes naturales y urbanos, y costumbres religiosas. Retratando a campesinos, artesanos, pastores, pescadores, campiñas, llanuras, cerros, ermitas, iglesias, costumbres populares y rituales religiosos, abrió una vía que tendrá su continuidad en la segunda mitad del XX.