El árbol petrificado

En una de sus recientes soflamas, construidas para defender el cine desatado que practica, el aún incorrecto John Waters decía que la solidez es el veneno que mata la savia del gran árbol de las películas norteamericanas. Suponemos que esta frase lapidaria va dirigida contra títulos como Una vida por delante , melodrama bien construido, mejor intencionado y repleto de buenos momentos de halo poético, de esos con los que suele construir sus obras Lasse Halström. Y en el fondo, Waters tiene algo de razón, la belleza de películas como Una vida por delante está marchita, cosificada en el frasco del acabado perfecto. Preferimos películas más raras del cineasta sueco afincado en yanquilandia, como Mi vida como un perro , Gilbert Grape o Las normas de la casa de la sidra y nos gustan menos aquellas del tipo Chocolat. Robert Redford, que ya no es Dorian Gray, y Morgan Freeman, en onda Million dollar baby , son un cowboy jubilado y su ayudante, horriblemente deformado y lisiado. El primero lucha contra el recuerdo de la pérdida de su hijo en un accidente de automóvil del que salió físicamente ilesa Jennifer López, que ahora reaparece con hija adolescente y huyendo de un compañero violento. La extraña familia se complementa con un sheriff enamorado de la recién llegada y algunos de esos perdedores de pueblo que tanto le gustan a Hallström. El paisaje montañoso de Wyoming y la maravillosa adolescente Becca Gardner ayudan muchísimo a una placentera narcotización del espectador. Además está el hallazgo argumental y visual del oso como múltiple símbolo de la naturaleza poderosa y sabia y de la fuerza del perdón. Y brilla esa hermosa secuencia en la que los viejos amigos charlan sobre sueños: «Soñé con el mar. Fue como enamorarse otra vez». Pero las ramas de este hermoso árbol están tristemente petrificadas. UNA VIDA POR DELANTE: Dirección: Lasse Hallström. Intérpretes: Robert Redford, Morgan Freeman, Jennifer López, Josh Lucas. Duración: 106 minutos.