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La piedad literaria de Reverte
Superada ya una malaria que lo tuvo dos años postrado, Javier Reverte publica El médico de Ifni , donde se sirve de la «mentira que no miente» que para él es la novela para expresar literariamente su piedad por un territorio, el del Sahara, donde «es vergonzoso que nos olvidemos de los problemas que hemos creado». «Es penoso que Zapatero hable de ética en relación con Irak y, a las puertas de casa, amparándonos en razones de Estado, olvidemos lo que hicimos» durante el proceso de descolonización de esos territorios, decía hoy el escritor madrileño, en la presentación de su libro, editado por Areté. La historia que narra ahora Reverte es la de un médico militar español, destinado en los años sesenta en el Africa colonial, que se enamora de esa tierra y de la causa saharaui y que, durante la Marcha verde, deserta del Ejército para unirse al Frente Polisario. Tiempo después, en Madrid, su hija recibe un día la noticia de que su padre, con quien no ha convivido, ha muerto en un campamento saharaui, y decide ir a descubrir quién fue aquel romántico, cuya imagen surgirá para ella a través de sus diarios, donde quedaron plasmados «su planteamiento vital, sus fracasos y sus deseos de ser poeta». Hace dos años, Reverte hizo un viaje a lo largo de la cornisa atlántica marroquí, y estuvo en Sidi Ifni, en El Aaiún y en los campamentos del Tinduf, donde, entre las 160.000 personas que allí viven de la ayuda humanitaria, detectó «cierta desolación». «Hay toda una generación perdida, aquejada de melancolía y con deseos de paz y de poder darse una alternativa vital, para no tener que vivir de la limosna», cuenta el escritor, que durante su viaje no sabía si lo que saldría sería «un libro de viajes o una novela» y que mientras duró se limitó a escribir los poemas que el desierto y su gente le inspiraban. La mucha emoción contenida hizo que Reverte se inclinara por fin por la novela, «una mentira que no es mentira porque ha de contener siempre verdad» y que permite «explicar realidades que no se pueden contar de otra manera». Y es que, aunque el autor de Los caminos perdidos de Africa o Corazón de Ulises sea «militante absoluto de la causa saharaui», no cree que un producto literario pueda ser nunca instrumento moral o político, y su novela, que a ratos deja también la actuación de los saharauis en claroscuro, de lo que habla es de «la perplejidad que suscitan en el hombre la muerte, la soledad o el amor, en nuestro mundo de esperanza y frustraciones». Se trata de una novela trepidante y con cierto aire de thriller.