Palabra de Chillida

No son palabras de hierro, pero casi. De modo tan contumaz como desordenado, Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924- 2002) no dejó jamás de escribir sobre lo divino y lo humano. Ideas recurrentes, comentarios, microensayos y textos a caballo entre el aforismo y el poema que el genial artista donostiarra y gran aliado del hierro iba escribiendo donde el azar le permitía o la necesidad le impulsaba. Libretas, márgenes de cartas o dibujos, servilletas, hojas sueltas o el frente de la chimenea de la fragua de su estudio donde estampó a manera de lema: «más vale ciento volando que pájaro en mano». Ahora, y tras dos años de recopilación, depuración y análisis La Fábrica reúne estos «chispazos» bajo el título Escritos. Es una delicada edición ilustrada con un docena de dibujos inéditos de artista y que ha recopilado y ordenado Nacho Fernández. Es un panoplia con los interrogantes que presidieron la vida creativa y personal de Chillida que se plantea cuestiones sobre el conocimiento, la fe religiosa, el espacio, el mar, los derechos humanos o la percepción. La presentaba este viernes en Madrid el hijo del escultor, Luis Chillida, muy consciente de estar ante un Libro «muy especial, diferente a lo mucho que se ha publicado sobre mi padre». «Plantea preguntas que siempre le llevaban a nueva preguntas en un ciclo sin fin». Sus escritos giran siempre en torno ideas madre que se repetían y matizaban una y otra vez y que anotaba en márgenes de libros, en hojas sueltas, papeles de cartas en libretas inacabadas que guardaba sin orden ni concierto.