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Imagen de la actriz Rachel Weisz en la película

Publicado por
Miguel Ángel Fernández
León

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Una película se hace antigua a su salida por varias razones, entre ellas por el estilo visual elegido para canalizar la trama. La interesante El jardinero fiel envejecerá pronto por su estética falsa y unos atragantables tics de montaje fragmentado que ya el brasileño Meirelles utilizaba en la impactante Ciudad de Dio s. Para un tema universal, y (desgraciadamente) imperecedero como el afrontado por John Le Carré en su novela, otro estilo más convencional habría certificado su vigencia durante años. Lástima que algunos productores y directores caigan en la tentación de creerse que la modernidad entra solamente por los ojos. Peor todavía cuando una textura coyuntural aplana e incluso devora el discurso y la coartada intelectual de un filme. Una vez más se confirma que foguearse en spots publicitarios acaba resultando pernicioso para el cine al desvirtuar el continente. En cuanto al contenido, el propio Le Carré se resistía a autorizar la adaptación por temor a un enfoque frívolo o fallido, al margen de sus intenciones denunciadoras sobre la industria farmacéutica y sus vergonzantes experimentos en África ante los ojos permisivos de Occidente. En ese sentido, el guión de Jeffrey Caine cubre expectativas al combinar con habilidad el elemento denunciador con la compleja relación personal de la pareja protagonista, hasta completar una trama en la que hay intriga, pasión, ilusiones y decepciones. Rodaje en Berlín, Londres, Nairobi y otros lugares de Kenya, que acentúan a la credibilidad de un discurso que busca la complicidad crítica del espectador cuando bucea en un estado de cosas muy preocupantes. En eso al menos, Meirelles juega limpio. EL JARDINERO FIEL, (The constant gardener). EE. UU./G.B. 2005. Dirección: Fernando Meirelles. Intérpretes: Ralph Fiennes, Rachel Weisz, Danny Huston. Drama. 128 min.