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| Crítica | Arte |

La acuarela y la belleza del agua

El escritor cordobés F. J. Castro, junto a una de sus acuarelas expuestas

Publicado por
Marcelino Cuevas
León

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Los tonos pastel de las brumas de Venecia son una tentación irresistible para los pintores y, sobre todo, para los acuarelistas. El pintor que ha viajado a la ciudad de los canales con su caja de pinturas bajo el brazo regresa siempre con una enorme colección de obras en la que los antiguos edificios se reflejan mil veces en las tranquilas y enigmáticas aguas de la laguna sobre la que vive la ciudad. Y esto también le ha sucedido al cordobés F. J. Castro, que estos días expone en la sala de arte Bernesga. Pinta el andaluz con grandes manchas, perfectas para sugerir los contornos de los bellos edificios venecianos, y perfectas para expresarse a través de la difícil técnica de la acuarela. Pero aunque sus recuerdos italianos son quizá lo más interesante de esta muestra, hay más, mucho más. Castro ofrece al espectador todo un recorrido paisajístico que va desde sugerentes visiones de un litoral marino capturado en momentos de silencio, con las luces tenues del amanecer, hasta los aguerridos paisajes montañeses en los que sabe transmitir toda la fuerza de las rocas, de los picachos y de los verdes valles que los rodean. Cuenta el pintor que prefiere «los paisajes naturales a los urbanos, porque la naturaleza le permite emplear con más libertad las manchas «sin tener que entrar en el detalle puntilloso», pero también hace incursiones en los rincones urbanos, donde se desenvuelve con gran naturalidad y siempre dentro de una gama de colores comedidos, precisos, todo una larga escala de grises apenas subrayados por azules, verdes y un delicado siena que quizá se encontró en el país trasalpino. Hay que señalar que las acuarelas de este pintor no son solamente bonitos cromos pensados para decorar las paredes, hay en ellos un contenido mucho más relevante, una gran carga de sensibilidad, se oficio, de ternura, de belleza¿ y hay, sobre todo, mucho silencio y todo un interminable bagaje de brumosas insinuaciones pletóricas de una misteriosa melancolía. Horario: de lunes a viernes de 12.00 a 13.30 y de 18.00 a 21.00. Calle Roa de la Vega, 8.

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