Segundas partes...

El éxito que el director Emilio Martínez-Lázaro logró con Al otro lado de la cama, una de las comedias españolas más rentables de los últimos años, hacía previsible una segunda parte. Aquella primera película, sin ser nada del otro mundo, tenía frescura, un reparto de agradables rostros nuevos y seguía, a su modo peculiar, castizo y efectivo, la fórmula explorada por el mucho más talentoso Baz Luhrmann en la bellísima Moulin Rouge, e incluso un poco antes por Woody Allen en la soberbia Todos dicen I love you . Se trataba de darle una vuelta de tuerca a un género que algunos creían agotado, el musical, a partir de la utilización de canciones más o menos contemporáneas, hits muy conocidos de artistas populares que, interpretados por los propios actores, con sus defectos y virtudes, en números ensalzados por sencillas coreografías, servían para hacer progresar o comentar la acción. Martínez Lázaro ha querido aquí repetir aquella jugada, y a lo mejor hasta le sale en la taquilla, pero el resultado artístico, en conjunto, es más bien decepcionante. Volviendo a la comedia de enredos, con la batalla entre los sexos como meollo, y nuevos números musicales basados en los Ronaldos, Pablo Abraira o Tequila, repite buena parte del reparto que ya había tomado parte en el filme anterior. Sólo cambian, y para peor, Verónica Sánchez y Lucía Jiménez (con cara de estreñimiento durante casi toda la cinta), sustitutas de Paz Vega y Natalia Verbeke. En cambio, se mantienen el insoportable Guillermo Toledo, Ernesto Alterio, Alberto San Juan y María Esteve. Deudora en exceso de la original, la nueva propuesta no tiene lamentablemente ni el ritmo ni la gracia ni la levedad de aquella, con el agravante de que el elemento sorpresa, ahora, se ha esfumado. Una lástima.