Mágicas aventuras

Que arranque algo descompensada para elevarse en cuanto la trama avanza, podrá atribuirse a una cierta impericia de su realizador y quizá a la necesidad de trabar un buen guión cuando el metraje se dispara más allá de las dos horas. Curioso que si había una estrecha relación de amistad entre el autor de El señor de los anillos , J. R. R. Tolkien, y el de Las crónicas de Narnia , C. S. Lewis, también lo es que dos neozelandeses, Peter Jackson y Andrew Adamson, llevaran sus respectivas obras al cine. Pero Jackson supera ampliamente a Adamson, a pesar de codirigir antes las notables entregas de Shrek . Con todo, Las crónicas de Narnia: el león, la bruja y el armario (180 millones de dólares, 1.700 efectos visuales y un equipo de 800 personas), que parte del primero de los siete libros de Lewis, reivindica la variante de aventuras mágicas con inédito sentido del espectáculo, con intensidad dramática, con lucimiento plástico y sobre todo, sin esa infantilización tópica y plana que caracteriza a los filmes de esta gama. Aparece una vez más la lucha del Bien contra el Mal, pero, por ejemplo, la Bruja Blanca no responde al cliché del careto diabólico rodeado de parafernalia al uso, sino a un personaje frío, inmutable e inquietante que no deja indiferente al espectador. Y así, con el diseño de escenarios y los restantes personajes, heroicos o malignos, en un torrente visual que alcanza su clímax en algo a priori tan previsible como una gran batalla clave para el desenlace. Todo eso fortalece a una trama que arranca cuando cuatro jóvenes procedentes del Londres bombardeado en la Segunda Guerra Mundial juegan al escondite en una mansión campestre y entran en un armario encantado que les llevará al sorprendente y mágico universo de Narnia. «LAS CRÓNICAS DE NARNIA»: Dir: Andrew Adamson. Int: Georgie Henley, W. Moseley, Skandar Keynes. 171 min.