Ascenso sin lados

En este segundo Espacio vacío regresa Ana Cristina Martínez a los parámetros más habituales de su discurso artístico. Vuelve la máxima simplicidad, pocos elementos, claridad expositiva para contar lo máximo, para acercarse al máximo desde lo mínimo. Todo está perfectamente calibrado, la obra se presenta en su forma más plena respecto a lo que con ella nos trata de transmitir la artista. A ello contribuyen también los títulos que utiliza para sus exposiciones. Siempre certeros y precisos, sin redundancias, contribuyen a cerrar el círculo en torno a la obra plástica. De alguna forma la completan. En su caso no son mera alusión sino parte conceptual de su obra. Sube se articula formalmente en torno a un elemento: la escalera. Escalera que junto a las telas abren una serie de caminos horizontales y verticales que confluyen siempre en el primer peldaño. El punto intermedio se resuelve con un nudo, único elemento distorsionador de la pureza formal. Marca el final del camino horizontal, del lugar de la tela, para iniciar el ascenso sobre la escalera. Ascenso que parece una invitación al espectador a la elevación. Con independencia del tamaño de la escalera todas tienen su unión con lo horizontal (¿lo terrenal, quizá? ) en el primer peldaño como alusión a que cada uno decida sobre donde está su lugar personal de elevación interior. Como elemento unificador el color azul. Sobre las telas, su presencia discontinua, contribuye a acentuar los aspectos plásticos. Todo ello desemboca, sin embargo, en una pared azul rotunda que nos devuelve a la idea central, sin juegos expresivos, profundamente esencialista. Además, el uso de esta pared azul, que fue usada en la exposición anterior hace entroncar esta exposición con la anterior. Algo que está en la filosofía de los Espacios Vacíos.