Diario de León
Publicado por
César Wonenburger
León

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Como tantos otros grandes realizadores antes que él, Sam Mendes se ocupa ahora de la guerra. Y como siempre que se vuelve sobre un tema ya conocido, lo primero que hay que preguntarse es qué tiene que aportar de nuevo, que no haya sido dicho ya por gente con la inteligencia de Sam Fuller, Dalton Trumbo, Stanley Kubrick, Coppola o Terrence Malick. Ya que Mendes seguramente no tenía nada que añadir de su propia cosecha a la lucidez de estos autores, ha apostado por la cita pura y dura. Así, el filme arranca con un homenaje a La chaqueta metálica y luego continúa con un sinnúmero de referencias a otras cintas anteriores, desde Apocalypse now o Nacido el 4 de julio hasta Oficial y caballero o La delgada línea roja , en una especie de trivial para cinéfilos. A partir de un guión basado en la novela autobiográfica de Tony Swofford, soldado durante la primera guerra del Golfo, el relato arranca con la descripción -ya vista, ya conocida- del proceso de embrutecimiento al que son sometidos los reclutas para anular su voluntad en procura de esa inconsciente docilidad que les permita acatar órdenes tan inhumanas como la de matar a sangre fría a quien nada les ha hecho. Luego, la película enseña lo frustrante que debe ser para un francotirador tener que volver a casa sin haber pegado un solo disparo, porque las guerras teledirigidas de nuestros días se ganan limpiamente desde los cielos. Para contar cómo el Estado puede robarle impunemente el alma a un chaval desorientado, en la flor de su vida, para siempre y hacer de él una bestia sedienta de sangre, Mendes se toma un tiempo precioso que, además, malgasta en copiar a sus maestros. Por eso, y a pesar de las buenas actuaciones (Jack Gyllenhall, Peter Sarsgard) y de algunas bellas imágenes (esos pozos ardiendo), el resultado es flojo y contradictorio. JARHEAD. Dirección: Sam Mendes. Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Peter Sarsgaard, Jamie Foxx. 123 minutos.

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