Diario de León
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López Penide
León

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Resulta que el público en general y alguna parte de la crítica literaria y cinematográfica de este país ha descubierto, por fin, a C.S. Lewis, un autor que muchos aficionados al fantástico hace ya tiempo situábamos casi a la misma altura que a Tolkien -por muchos tiempo que pase, el creador de Bilbo y Aragorn siempre presidirá nuestras preferencias-. Disney ha reproducido en imágenes ese mundo de faunos, brujas y animales que hablan y al que se accede franqueando la puerta de un armario de la típica casa de la campiña inglesa y que responde al evocador nombre de Narnia. El éxito de la película, que a buen seguro repercutirá -si es que no lo ha hecho ya- muy positivamente en las ventas de las siete obras que cubren toda la cosmología creada hace ya medio siglo por este profesor de Oxford, que fue íntimo amigo del autor de El señor de los anillos . Juntos, Lewis y Tolkien, deformaron y forjaron sendos mundos que, enraizados en el nuestro, mantienen una serie de características míticas propias y diferentes. Uno tiene una apariencia infantil, pero, al mismo tiempo, se pueden acercar sin problemas los adultos. El otro, La Tierra Media, es todo lo contrario. En ambos el ser humano no es ni mucho menos el último eslabón de la creación, pero son los hombres la última esperanza para valores como la libertad o la igualdad. Disney ha obrado un doble milagro. El más palpable: traducir en fotogramas toda la magia de la fértil imaginación de Lewis. El otro, tal vez, el más importante y más difícil: conseguir que muchos niños y jóvenes abran por primera vez las páginas de un libro. Un milagro que, en los últimos tiempos, sólo había estado al alcance de otras dos series cinematográficas: Harry Potter y El señor de los anillos . Curiosamente todas ellas adaptaciones de sagas literarias de carácter fantástico. ¿Será por algo en concreto?

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