Pintura a pesar de la imaginación

Sin dejar nunca de ser pintor con todas las características específicas del género, Enrique Marty trabaja en los límites. Podríamos decir que la falta de contención que ofrecen sus imágenes, la presentación gestual excesiva, el particular uso del color, en definitiva, su incuestionable radicalismo, le convierten en un artista que pinta tanto dentro como fuera del marco pictórico. De ahí que, al haber abordado la introducción de su mundo personal en la instalación (o instalaciones, ya que todas tienen un origen temático común) todo, de algún modo, exhale pintura. El espacio en su totalidad está presentado de un modo muy pictórico, a través de colores excesivos donde el mismo prototipo de imágenes de sus obras pictóricas se trasladan a la realidad. ¿No será que la migración de la pintura a la instalación es una manera de trasladar sus imágenes al exterior, de darles una nueva vida, otra oportunidad artística, de probar las características pictóricas en otro lugar?. Al pasear entre las atracciones y los monstruos de Flaschengeist, parece que la pintura está aún por secar. Es como si esta feria se presentase estéticamente como la única posibilidad que tiene un pintor de mostrarla. Otras posibilidades ya vendrían de la mano de artistas de otras disciplinas, pero, si quien lo hace es un pintor, ésta sería la única manera posible, la que utiliza Marty en su Caseta del alemán. Todo este esfuerzo estético lo afronta el artista mientras golpea sobre los recuerdos de la infancia del espectador. Concretamente apela a la imagen idealizada de la niñez, ya no vivida de esa manera por quienes hoy visitan esta feria, sino que alude al recuerdo imaginario de cómo debió ser para quienes disfrutaron de la llegada de estas antiguas atracciones a su ciudad. Plantea por tanto Marty esa traslación del imaginario que refuerza la intensidad emotiva y expresiva de su obra, lo que no hace sino ampliar aún más sus intenciones pictóricas.