Pocahontas y el panteísmo

Terrence Malick es, junto a Michael Cimino, uno de esos directores malditos de Hollywood que hace películas largas, lentas y muy caras; productos que acaban siendo grandes fiascos comerciales. Para la industria, para las productoras y distribuidoras, Malick es sinónimo de veneno puro, pero sigue manufacturando películas de diseño delirante como El Nuevo Mundo . Quizás el motivo resida en esta frase de la legendaria crítica Pauline Kael: «Tener a cineastas como Terrence Malick es un lujo que el cine norteamericano puede permitirse». En cualquier caso, la nueva entrega de este director intermitente, que sólo ha hecho cuatro películas en treinta años, responde a todas las constantes que le acompañan como autor desde Malas tierras y Días del cielo y que se exacerbaron en la controvertida La delgada línea roja . Las voces interiores que hablan en off por los protagonistas y que liaban y enriquecían la narración de la película del Vietnam están aún más presentes en la historia del capitán inglés que se enamora de la princesa india. La crítica más agreste ha hecho muchos chistes en la línea «Pocahontas contada por Antonioni». Pero lo cierto es que El nuevo mundo es algo más que una película plásticamente hermosa, interminable o muy pedante. Todas las inquietudes panteístas del director están aquí mejor tratadas que nunca, desde los títulos de crédito, con la cámara recorriendo el mapa de las tierras vírgenes, siguiendo las venas de los ríos. Un catatónico Colin Farrell parece recitar en off a Goethe y a Spinoza, mientras el rostro de la debutante Orianka Kilcher lo llena todo con su gesto reconcentrado y misterioso a lo nativa de Gauguin que con su enorme y franca sonrisa se come la pantalla. En fin, este es un poema, algo estirado y redundante, pero hermoso, sobre la naturaleza como unidad viva. Una película solo para espíritus indios, inquietos pero apacibles. EL NUEVO MUNDO. Director: Terrence Malick. Intérpretes: Colin Farrell, Christian Bale, Q'orianka Kilcher.