Pólvora mojada

Lo primero que me llamó la atención al acudir a ver esta película, y fue en una de las salas más céntricas de la ciudad, es que había entradas, no sólo para mi sesión, sino para todas las del resto del día y del siguiente. La sala estaba sólo medio llena, y además tuve la fortuna de no encontrarme a ningún discípulo de aquel pintoresco histrión llamado Blas Piñar, bramando en la puerta contra los blasfemos que decidimos acudir a la cita con el último fenómeno cinematográfico del año. Puede ser que la sensatez sea aún un bien común entre nosotros, o que haya exceso de pantallas para un filme inflado por polémicas interesadas. Dan Brown seguro que no pretendía seguir los pasos de Thomas Mann cuando escribió su célebre Código , sus intenciones literarias quedan reflejadas en las mediocres páginas de un endeble invento que para él fue como su Primitiva. Cierto que de pésimas novelas se han hecho películas maravillosas, pero tampoco era ese el objetivo de Ron Howard, uno de esos directores que se limitan a cumplir lujosos encargos sin que su trabajo denote la menor personalidad ni rasgo alguno que los diferencie de otras tantas producciones, bien empaquetadas, pero que sólo pasarán a la historia por sus recaudaciones. La escandalera que ha montado el Opus es fácilmente comprensible: su imagen, en la ficción, no sale bien parada; pero ese es el precio que las sociedades abiertas deben pagar por la libertad de expresión. Ni la imagen ni el mensaje de Cristo se resienten un ápice. Por lo demás, la película, después de un buen arranque, se encamina entre el tedio y la indiferencia por la debilidad y la inverosimilitud de su intrincada madeja argumental, una mezcla entre Jiménez del Oso y el Reader's Digest ; por la escasa consistencia de unos personajes absolutamente planos (entre los actores sólo se salvan Bettany y Mckellen) y por sus inexistentes valores cinematográficos. «EL CÓDIGO DA VINCI»: EE. UU. 2006. Dirección: Ron Howard. Intérpretes: Tom Hanks, Audrey Tautou, Ian McKellen, Paul Bettany. 153 minutos.