Naufragando

Los remakes son innecesarios. En realidad deberían estar prohibidos por decreto ley, a menos que aportaran cosas nuevas. Poseidón llegará hasta los jóvenes espectadores y pocos sabrán que antes hubo otra película y una novela. Les sonará a chino si alguien les habla de la moda del Film Catástrofe de los años setenta y su única coordenada cinéfila será Titanic . Alguien dijo que Wolfgang Petersen había hecho una buena revisión de la película de hace 35 años. Me parece una versión penosa, amparada en la parafernalia del presupuesto y de los efectos digitales; apoyada en el ruido tipo Air Force One que tan bien maneja Petersen. El director está perdido para la causa del buen cine desde los tiempos de En la línea del fuego . Nada queda aquí de su conceptual manejo de la claustrofobia de El submarino , ni siquiera hay rastro de la sabiduría narrativa de La tormenta perfecta , por poner dos ejemplos de sus experiencias marinas anteriores. El trabajo de puesta en escena es solvente, pero plano. Véase ese crucifijo salvador que funciona como destornillador y que luego regresa al cuello de su dueña. La única novedad es la violencia más o menos apocalíptica con la que se muestra la muerte de los pasajeros. En cuanto al guión resultan patéticas las progresivas revelaciones prácticas para hacernos creíbles las proezas de los héroes supervivientes: «Es que fui bombero», «Estuve en la Marina», «Jugué al waterpolo»...«Soy arquitecto». El papá castrador interpretado por Kurt Russell está tan poco aprovechado como la capacidad de sufrimiento de su hijita Emy Rossum, el cervatillo-Electra revelado en el adocenado remake de El fantasma de la Ópera. Y toda la potencia mesiánica, irritante pero estimulante, que estaba presente en la primera película, especialmente en la figura prepotente del predicador Gene Hackman, aquí se diluye entre los tanques de agua del plató y la sesión de camisetas mojadas. «POSEIDÓN»: Estados Unidos, 2005. Dir: Wolfgang Petersen. Duración: 93 minutos.