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La actriz Rachel Hurd Wood, protagonista de «El perfume»

Publicado por
José Oliva
León

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Reproducir los olores y el ambiente «putrefacto» del siglo XVIII, tan presentes en la novela El perfume , eran los grandes retos que el director alemán Tom Tykwer se fijó para adaptar al cine esta famosa obra de Patrick Süskind. Realizador de películas como Corre, Lola corre o Heaven , Tykwer dijo ayer en Barcelona que la película es «bastante fiel a la novela, aunque el público lector del libro puede tener una percepción diferente, pero creo que es bastante fiel a la atmósfera, los temas y la idea original». Tykwer no cree que se pueda hacer una lectura de El perfume como «la historia de un asesino en serie» porque «se trata de narrar la vida de un personaje solitario, aislado y que está obsesionado en agradar a los demás y esa obsesión le lleva a buscar la belleza en su creación». Para el director, «al personaje protagonista, Jean-Baptiste Grenouille (Ben Whishaw) no le gusta asesinar y su interés por los cadáveres no va más allá de la fascinación por una belleza escultórica». La película trata de alejarse, según Tykwer, de «la habitual recreación en el cine del siglo XVIII, muy idealizada, centrada sólo en la aristocracia, que era sólo el dos por ciento de la población». Por esta razón, añade, «fuimos muy meticulosos con la recreación de las callejuelas -las imágenes fueron tomadas en el Barrio Gótico de Barcelona y en la parte antigua de Gerona- y para ello ensuciamos bastante todas las calles, porque era así como vivía la población». Para evocar los olores y el omnipresente sentido del olfato que atraviesan las páginas de la novela, la producción, comenta Tykwer, «acercó el objetivo lo máximo posible al personaje principal, de tal modo que la cámara hacía la función de la nariz de Grenouille y se fijaba en la textura de los objetos que había alrededor». Sobre una de las escenas finales, rodada en el Pueblo Español barcelonés, en la que una especie de éxtasis colectivo salva a Grenouille del cadalso, Tykwer elogia el trabajo de La Fura dels Baus. «Era un momento clave, porque había que mover a centenares de personas, ya que la escena, en la que todos acaban desnudos y entregándose al amor, más que sexual es emocional, y el resultado está cerca del movimiento de una danza», comenta.

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