Cuidando ambientes

Cuando una película recrea ambientes con mimo (decorados, vestuario, atrezzo, textura fotográfica y música) puede ocurrir que la dirección artística la devore, o que logre un absoluto equilibrio que la haga obra de referencia. El perfume: historia de un asesino se balancea en ambas direcciones. Su acabado raya la absoluta perfección. El espectador se sumerge en el XVIII francés gracias al rigor en ambientes y detalles. Es más, pocas producciones habrán logrado una recreación tan fiel y tan puntillosa de un período tan cambiante como aquél, cuando el barroco imponía sus tan complejas como vistosas leyes formales. El proceso de creación perfumera, la tienda y el taller de Dustin Hoffman, los propios exteriores de la ciudad en la que Jean Baptiste Grenouille inicia su aprendizaje, alcanzan nivel de asombrosos. Basada en la novela de Patrick Süskind, publicada en 1985, ambicionada por directores como Kubrick, Scorsese o Spielberg, es quizá la coproducción más cara del cine europeo y así debe ser valorada. De entrada, El perfume: historia de un asesino confirma que tenemos capacidad para competir con Hollywood cuando hay medios (50 millones de euros) porque sobra talento. Hay capacidad para conjugar interés con espectáculo. Tom Tykwer, versátil director alemán con filmes tan dispares e interesantes como Soñadores (1997) o Corre Lola , corre (1998), apostó por el riesgo y prefirió mantenerse lo más fiel posible al texto de Süskind con las licencias permitidas por una adaptación literaria. Eso implica, por momentos, sacrificar el ritmo, dilatar el suspense o filmar una secuencia tan tosca como la orgía final (a cargo de La Fura dels Baus pero muy aligerada en la versión comercial), una serie de aspectos que impiden redondear la faena. Original y recomendable. «EL PERFUME»: Alemania, Francia y España, 2006. Director: Tom Tykwer. Intérpretes: Ben Whishaw, Alan Rickman, Rachel Hurd-Wood, Dustin Hoffman.