| Crítica | Cine | «CÁNDIDA»
Costumbrismo rancio
El humorista Guillermo Fesser, encandilado por la historia personal y la gracia inimitable de su asistenta, una señora seguramente entrañable -nadie lo pone en duda- en privado, ha decidido que su fascinante vida, o una parte, retocada con unas pizcas de ficción, merecía ser contada no en un programa de radio, ni en un libro, si no en algo tan caro como una película. La popularidad mediática permite a veces estas licencias, que un señor sin ninguna experiencia en el oficio, pero obsesionado con una supuesta idea magnífica, decida un buen día realizar un filme y encuentre financiación para ello. Nada que objetar a esto, siempre y cuando uno no tenga que padecer luego, como es el caso, los delirios del nuevo director. Se hace muy difícil hallar un instante en el filme de Fesser que justifique su recomendación. La realización no puede ser más torpe, plana y previsible; pero aún así, y teniendo en cuenta que se trata de un debut, podría obviarse esa falta si luego lo que se contara tuviera un mínimo interés, que no es el caso. Todo se basa en la franqueza y la espontaneidad de Cándida, una señora que, como tantas, ha tenido que ganarse la vida limpiando suelos para intentar sacar adelante a unos hijos que sólo le han dado disgustos -al menos en la película-, sin más ayuda que su infinito optimismo, su resignación y su buen humor. Las gracias que suelta la protagonista, basadas en su peculiar empleo del lenguaje, con frases como «usted se piensa que todo el monte es orgasmo», a fuerza de repetirse una y otra vez terminan provocando el bostezo. Pero más allá de la reiteración de los chistes y de un costumbrismo que pretende denunciar las profundas distinciones de clase, la hipocresía y la doble moral que aún se respiran en la sociedad española, es a la hora de deslizarse por la siempre temible pendiente del sentimentalismo más cursi y empalagoso cuando la fallida propuesta de Fesser resulta ya difícilmente soportable.