El reverso de la historia

Desde su estreno en el festival de Cannes, la polémica no ha dejado de acompañar a esta recreación de la vida de la última reina de Francia. Por eso, quizás mejor dejar claro desde el principio que, en mi opinión, Sofia Coppola ha hecho una soberbia y arriesgada película que merece más de un visionado. Su apuesta es acercarnos al lado humano del personaje, despojándolo del papel que le ha atribuido la historia -la que se escribe con mayúsculas- y tratando de verlo con unos ojos desprejuiciados y estrictamente modernos. Porque María Antonieta no es una película de época, sino una película de nuestra época. En ese sentido, la puesta en escena y la banda sonora -The Cure, New Order- no hacen sino crear un desajuste que nos sitúa siempre en una perspectiva a la vez cercana y distanciada. Con ello, Sofia Coppola renuncia a crear la ilusión de abrir una ventana al pasado pero tampoco cae en una Sissí emperatriz versión postmoderna: deja, en cambio, un margen de continua reflexión para que el espectador cree su propio juicio humano e histórico. Pese a las diferencias entre ambas, La inglesa y el duque , de Rohmer, proponía un punto de partida similar para encarar la Revolución Francesa desde los dos lados de la fractura social. Aquí, la reina es una niña transplantada por los azares de la política europea a un entorno asfixiante y blindado frente a la realidad, lejos de su familia y de toda su vida anterior, en el que ha de llevar una existencia coreografiada sin resquicio alguno para la intimidad. Kirsten Dunst -actriz fetiche de la directora- dibuja con su magnetismo habitual todos los matices del hastío adolescente pero también de la madurez surgida en la tragedia. Sólo al final, el furor del pueblo hambriento rompe la estampa de Versalles, pero en todo momento nosotros hemos tenido presente la sombra de la guillotina. «MARÍA ANTONIETA»: EE.UU.-Francia, 2006. Dir: Sofía Coppola. Int: Kirsten Dunst, Jason Schwartzman, Judy Davies, Asia Argento. 123 minutos.