Denuncia con escrúpulos

Anotemos que Diamantes de sangre es lo mejor del correcto aunque frío Edward Zwick. Jennifer Connelly se confirma actriz mayúscula, DiCaprio es un serio aspirante al Oscar y, finalmente, en Hollywood poseen un sexto sentido para rodar de forma impecable (soberbios, los tiroteos y las masacres), y eso no siempre es cosa de millones de dólares. El filme se encuadra en el llamado cine denuncia, pero «a la americana», o lo que es lo mismo, simulémoslo bajo el formato de aventuras con unas pizcas de thriller bélico, evitando lo políticamente incorrecto. El espectador informado conoce el drama de los niños inducidos a ser máquinas de matar, de lo mal que estaba Sierra Leona, de los mercenarios (el doblaje prefiere el eufemismo «soldados de fortuna») al servicio de intereses multinacionales, del concepto de África como solar trasero al que todos acuden a expoliar sus riquezas, y, naturalmente, de su instinto fratricida. Hay dos niveles en el guión. El primero, la relación entre DiCaprio, aventurero mercenario fascinado por los diamantes, y Djimon Hounsou, pescador africano que encuentra una valiosa piedra. En medio, una portentosa Connelly, intrépida periodista que acaba siendo clave para la resolución de la trama. El segundo, la denuncia del mercado clandestino de diamantes, cuyo importe se destina a la compra de armamento que las diferentes facciones emplean para sus matanzas. Al sector, la película le hizo la gracia de un chiste a un agonizante... Incluso el Centro Mundial del Diamante de Amberes salió al paso de que su negocio es limpio, algo que nadie discute. Rodada con ritmo y buen pulso, cojea el guión hacia el final, demasiado previsible. Con todo, al haber reforzado la trama más allá de la simpleza habitual, la película cumple el mínimo exigible a un producto comercial digno. DIAMANTE DE SANGRE. EE.UU. 2006. Director: Edward Zwick. Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Djimon Hounsou, Jennifer Connelly. Thriller. Duración: 143 minutos.