Reductos de humanidad

La vida de los otros es una obra maestra que deja un nudo de emociones contradictorias entre el corazón y la garganta. Aunque la trama es ficticia, el debutante Florian Henckel von Donnersmarck ha conseguido hacernos partícipes del clima asfixiante que se vivía en la RDA con esta reconstrucción fidedigna de los métodos empleados por la policía secreta comunista. Pero lo que hace a La vida de los otros una película soberbia es, sobre todo, el hecho de no haberse quedado en un retrato maniqueo de verdugos y represaliados: en un sistema enfermo como éste, todos los ciudadanos acaban por convertirse en cómplices o víctimas y, con más frecuencia, en ambas cosas a la vez. Por ello, sucesivas vueltas de tuerca en el guión van perfilando con mano maestra a unos personajes que se debaten entre el deber, el miedo y el amor. Del conformismo al compromiso, de la confianza a la traición y de la certeza a las dudas, la meticulosa puesta en escena nos revela los tormentos interiores en el tejer de la red cotidiana de mentiras. Son varias las escenas que se fijan en la memoria, aunque el deshielo de los ojos acerados de Ulrich Mühe tiene algo de sublime. Casi lo mismo podría decirse de algunos diálogos que entrecruzan Sebastián Koch y Martina Gedeck -extraordinarios- a medida que la tensión crece, hábilmente subrayada por la banda sonora de Gabriel Yared y Stéphane Moucha. De este modo, el filme ofrece una visión madura y reflexiva sobre un pasado sorprendentemente reciente. Von Donnersmarck nos deja pensando en los 174.000 confidentes que la Stasi tenía al caer el muro y en el irreparable daño causado, pero también con una historia que trasciende las circunstancias particulares para erigirse en un intenso y esperanzado homenaje a la resistencia de la conciencia y lo humano en pleno abismo ético. «LA VIDA DE LOS OTROS»: Alemania. 2006. Director: Florian Henckel von Donnersmarck. Intérpretes: Ulrich Mühe, Martina Gedeck, Sebastian Koch, Ulrich Tukur. Drama. Duración: 137 minutos.