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Uno de los rasgos de estas obras es su gran colorido

Publicado por
Marcelino Cuevas
León

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La galería de arte Sardón recibe con los brazos abiertos a uno de los más destacados protagonistas de la mítica movida madrileña. Antonio Villa-Toro, pintor y escultor nacido en Castro del Río, en la provincia de Córdoba, fue compañero inseparable de Tino Casal hasta su fallecimiento. Villa-Toro viajaba en el coche en el que el cantante asturiano encontró la muerte. Ahora comparte exposiciones con otro adalid de una movida que se niega a desaparecer, Fabio Macnamara. Villa-Toro asegura que la pintura es para él «un acto reflejo, natural. Pinto a impulsos. Pero ya no lo hago con tanta agonía, tan febrilmente como antes. No sé lo que busco». El artista pinta especialmente poéticas máscaras en las que destacan el rojo y el negro, dos colores que emplea con generosidad, aunque en su paleta caben todos los cromatismos. Con el transcurso del tiempo el pintor ha adquirido un trazo cada vez más vigoroso y en ningún caso ha perdido sus continuas referencias al arte primitivo. Macnamara, compañero de fiestas y colega artístico, dice sobre los personajes que pinta Villa-Toro: «Son pobres fantasmas que vagan por un universo metafísico e imaginario que queda reducido a las dimensiones del cuadro, pero en el día del Juicio Final resucitarán del polvo de las tumbas o del fondo de los mares y vendrán a tomar forma y el alma de sus retratos imaginarios». Villa-Toro enseñó a tocar la guitarra a Carlos Berlanga y a Nacho Canut y es un gran admirador del arte egipcio y el etrusco. «Pinta -comenta Macnamara- lo que le da la gana, sin seguir tendencias y es absolutamente inclasificable. No es esclavo de la técnica ni de nada que reste libertad a su imaginación y, no obstante, es un virtuoso». Villa Toro estudió Bellas Artes en Sevilla, continuando su formación artística en Madrid, Londres y Nairobi, donde profundiza en las culturas primitivas. Macnamara, que ha ejercido de introductor de esta exposición, habla así de la personalidad de su amigo: «Además de pintar maravillosamente, Antonio también cocina estupendamente sus platos estrella, Pollo asado a la Massiel y Gallina en pepitamen. No es porque sea amigo, pero todo lo hace estupendamente. También baila el reguetón y el perreo como el que más. Si Velázquez pintaba el aire, Villa-Toro pinta el éter y sus figuras deambulan perdidas en el terno presente de la eternidad, dentro de urnas de cristal donde se ha hecho el vacío, enigmáticas como las esfinges de Egipto que tanto le fascinan». Villa-Toro expone en Sardón una serie de cuadros y una escultura en hierro que dan fe de en que en terreno artístico vive este hombre que fue uno de los más ilustres mantenedores de la movida madrileña. Horario: de lunes a viernes, de 11.00 a 13.00 y de 18.30 a 21.30. Calle Juan Madrazo, 25.