Original y escalofriante

Lo sorprendente es que a nadie se le hubiera ocurrido antes filmar la espeluznante peripecia de El Petiso Orejudo, singular psicópata que entre la infancia y la adolescencia protagonizó una siniestra historia de asesinatos infantiles en el Buenos Aires de 1912, que le sitúan por derecho propio entre los grandes del crimen. Como un joven Hannibal Lecker, aunque con la importante diferencia de que éste surgió de la imaginación de Thomas Harris y aquel es real como el escalofrío que produce, transformado en afilado guión por Jorge Algora con la colaboración del también director gallego Héctor Carré y de Christian Busquier. Drama y suspense combinados en singular e intensa trama, que al mismo tiempo se ciñe al canon del relato policial. Se cometen varios asesinatos brutales en los que siempre aparece el niño protagonista sin que necesariamente tenga relación con ellos. El juego de sospechas y casualidades está bien administrado. Luce cuidada ambientación reforzada con inteligentes trazos, como esa especie de Babel que era el Buenos Aires de la época, con argentinos de distintas procedencias, italianos o norteamericanos y naturalmente gallegos (léase españoles), con sus diferentes costumbres y sus variados acentos, que obviamente desaparecen en la versión española (¿para cuando el subtitulado, por respeto a la obra original?). El niño de barro es una película sólida, que no renuncia a pasar el atroz realismo de su trama por el tamiz del cine de género. También confirma lo óptimo de su modelo de producción (entre Galicia, Cataluña y Argentina mediante el programa Raíces ), en el que profesionales gallegos, como Suso Bello en la fotografía o Nani García en la música, entre otros, traspasan fronteras en nombre de la universalidad del cine. Como universal es lo que recrea. Película digna, adjetivo ya convertido en bien escaso. «EL NIÑO DE BARRO»: España, 2007. Director: Jorge Algora. Intérpretes: Maribel Verdú, Daniel Freire, Chete Lera, Juan Ciancio, César Bordón. Duración: 103 minutos.