Sin chispa vital
«Me compré un coche, pero era un robot alienígena»; todo el argumento de más de dos horas de metraje cabe en esas palabras del diálogo. Transformers es otra película video juego, un montaje de merchandising para vender muñecos y para alimentar las video consolas. Los robots que vienen buscando «la chispa vital» a la tierra están preparados para protagonizar un anuncio de cola, pero son un torpe cruce de Mars Attacks y Mazinger Z . Nos quedamos con aquellos comerciales televisivos en los que también los coches se convertían en robots. ¡Solo duraban veinte segundos! Para colmo, el director, rey de los blockbusters, se hace un auto homenaje, resumiendo el secreto de su abominable éxito: «Explosiones por todas partes, es lo más guapo que he visto en mi vida. Es cien veces más guay que Armageddon ». Tal genio es incapaz de sacarle la más mínima gracia a nada, incluidos regalos desaprovechados, como el robot saliendo de la dorada piscina americana. Si Asimov viera esto, escribiría otra ley robótica que prohibiera la utilización del tema de las relaciones entre androides y humanos. Así que lo poco bueno pasa en las partes sin efectos especiales, con un esfuerzo del joven actor Shia LaBeouf digno de otra película y con John Turturro como policía facha. El gran Turturro califica a Megan Fox de «delincuente muy atractiva». En esa línea hay algún jueguito más o menos insinuado, como obligar a la eléctrica Fox a arrastrar hasta el delirio sus diagnósticos serpenteantes; ella dice que un coche «tiene un carburador de doble boca» y lo hace como si hablara de alguna cosa innombrable. Para confirmar este punto de inteligencia habría que peritar la versión original del deuvedé, pero ¿quién, en su sano juicio, vuelve a alquilar esta abominación? «TRANSFORMERS»: director: Michael Bay. Intérpretes: Shia LaBeouf, Megan Fox, Jon Voight. Acción-ciencia ficción. Duración: 134 minutos