| Crítica | Cine |
Héroes de tiza blanda
Si los Los 4 Fantásticos ya era un monumento a la simpleza, su secuela parece buscarla con avaricia. Váyase a saber si la Fox no apadrina la jugada para asegurarse el «todos los públicos» que en Norteamérica equivale como mínimo a recuperar una buena parte del presupuesto para después hacer caja a cuenta del mercado internacional y el deuvedé. Damos en el clavo. Sólo así se entiende un grupo de personajes (buenos, malvados y demás) unidimensionales, sin apenas aristas para que el público cuele por ellas algún interés. A no ser que les parezca suficiente con mostrar las angustias de Reed y Sue ante su accidentada boda, las veleidades narcisistas de Johnny o los arrebatos de ira de Ben y su historia de amor con una ciega. Si es así, apaga y vámonos. Mientras el villano Víctor reaparece por arte de magia, tenemos a la encarnación del Mal en el ente Galactus, que avanza por el universo destruyendo planetas para apropiarse de su energía y en consecuencia poniendo sus miras en la suculenta Tierra. Ocurre que apenas nada sabemos de sus circunstancias, más allá de la información facilitada por Silver Surfer, a todas luces el personaje de mayor consistencia aún cuando se trate de una creación digital que en la versión original lleva la voz de Lawrence Fishburne. Como no puede ser de otra manera, pues el fraude sería absoluto, no faltan media docena de virguerías visuales dosificadas con habilidad en la trama para que los 90 minutos reivindicativos de la Nada dejen en el espectador complaciente la idea de que el pago de su entrada no es un fraude. Los efectos especiales de la oscarizada empresa Weta Digital y del supervisor Scott Squires amortiguan el resultando. ¿Y los actores? Realmente limitados, no soportan un primer plano ni a garrotazos. Un par de virguerías visuales no salvan al filme de la simpleza. «LOS 4 FANTÁSTICOS Y SILVER SURFER»: EE.UU., 2007. Director: Tim Story. Reparto: Ioan Gruffudd, Jessica Alba, Chris Evans, Michael Chiklis.