De la Lola a la Pícara
El insigne pintor Modesto Llamas Gil fue el padrino artístico de Lolo Zapico. Eso sucedió hace ya muchos años, incluso se puede afirmar que Zapico se olvidó de aquellas ilusiones juveniles y aparcó sus inquietudes artísticas durante muchos años. Pero como Guadiana que vuelve a surgir de la tierra, Zapico, en los años noventa del pasado siglo, emerge de nuevo con ímpetu en el mundillo artístico, y lo hace como pintor y escultor. Una magna exposición en la sala Provincia, auspiciada por Eduardo Arroyo, el controvertido autor de unas moscas que no acaban de llegar al dulce panal de las murallas capitalinas, le sirvió como presentación de la que considera su primera etapa artística. Y desde su Villablino, Zapico ha mandado al antañón Palacio de Don Gutierre una bien nutrida colección de sus últimos trabajos. Sus espantapájaros con nombre, Lola , La Pícara Justina , le muestran como un escultor poco amigo de la belleza y de la corrección formal. Los tubos metálicos son rígidos protagonistas de unas obras a las que les falta mucho camino por recorrer. Una vez más hay que discernir entre lo ingenioso y lo artístico, entre el querer y el poder. El artista confiesa que la Lola fue su primer trabajo: «La hice cuando conocí a los componentes del grupo Café Quijano, estuvo expuesta en el campus de Ponferrada y gustó mucho, ahora figura a la puerta del local de los Quijano en León. Aquí he traído una escultura dedicada a los caracoles que, por cierto, me gusta mucho cogerlos en la primavera y cocinarlos. Hay otra obra de pequeño tamaño que es una maqueta de la Pícara Justina, un proyecto para realizar un monumento público en Mansilla de las Mulas de tres metros de alto». Mucho más interesantes son sus pinturas. De ellas dice Luis García que toda su trayectoria plástica «está marcada por el intenso protagonismo que alcanza la naturaleza; en el fondo se podría decir que estamos ante un pintor romántico que dota de una intensa carga simbólica a su obra. Sus paisajes, prácticamente abstractos, por la técnica de composición cromática, se construyen por medio de una multitudinaria asociación mínimas masas de color plano de gran intensidad que son aplicadas por medio de la espátula». Poco se puede añadir. No hay duda de que los cuadros de Zapico sorprenden al espectador con una carga pictórica personal. Cuenta el artista que en estos momentos, en sus últimos lienzos, está dejando un poco de lado su técnica preferida, la espátula. «La dejo -dice- en base a ampliar mis horizontes, ahora estoy trabajando indistintamente con el pincel y la espátula. Una parte de la exposición está dedicada a los retratos de multitudes, mucha gente reunida, con los individuos mirando hacia distintos sitios. Hay otra que está dedicada en exclusiva al paisaje y es donde he comenzado con esa nueva técnica en la que óleo se incorpora a mi trabajo». Una exposición ante la que nadie quedará indiferente. Horario: de lunes a viernes, de 11.00 a 14.00 y de 18.00 a 21.00.