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En el infierno del Gulag
El escritor británico Martin Amis ha decidido aplazar 'sine die' su viaje a Rusia, país que nunca ha pisado pese a ambientar en la antigua Unión Soviética dos de sus libros: Koba el temible. La risa y los veinte millones, donde se aproximaba a la figura de Stalin desde el ensayo, y La Casa de los Encuentros , una novela centrada en el Gulag. Según explicó Amis, pensó que se trataba del momento ideal para visitar el país, una idea que luego desechó «porque las impresiones iban a ser tantas que me iba a colapsar, me iba a perder en detalles y pensé que era mejor quedarme con la Rusia imaginada». Una vez acabado el libro, Martin Amis pensó que lo mejor era posponer sin fecha la visita: «mejor no ir, acabaría como aquella señora que se tomó su última taza de té o como Litvinenko con el polonio», ironizó el escritor, quien sentenció: «A eso equivale una mala crítica al señor Putin, a la muerte inmediata». La Casa de los Encuentros recrea el horror del Gulag a través de la historia de dos hermanos, enamorados de la misma mujer y encarcelados el campo de trabajo de Norlag después de la Segunda Guerra Mundial por causas irrisorias. «Yo he leído muchísimo sobre Stalin y sobre su época, acumulé muchísima información que luego pasa a un nivel inconsciente», dijo Martin Amis. Para Amis, la frase inicial de su obra -«mi hermano pequeño vino al campo en 1948, en el apogeo de la guerra entre las bestias y las putas»- fue el «detonante» a partir del cuál surgió La Casa de los Encuentros . El argumento de la novela gira en torno a una de esas visitas que hacían las mujeres de los reclusos para visitar a sus maridos, para lo cual cruzaban en ocasiones toda la URSS para pasar con ellos tan sólo una noche. «Muy pocas personas entienden aún lo que es el Gulag», insistió Amis, una idea en la que ya ahondaba en Koba el temible . «Era un sistema de esclavitud en el que se arrestaban personas por orden alfabético y por cuotas». Aparte de las motivaciones políticas, Amis señaló el trasfondo económico del gulag. Según relató, un asesor de Stalin, de origen judío, le convenció de que «el gulag podía ser rentable, incluso dar pingües beneficios si el prisionero vivía poco.