Nace un héroe
Desde que Superman viera la luz en 1938 (¡setenta años atrás!), el mundo de los superhéroes ha visto de todo. Enemigos nazis, comunistas, extraterrestres, mutantes, atómicos...; amigos, novias, matrimonios, hijos, muertes...; ya sea en viñetas, televisión o cine, los superhéroes siempre han encontrado una nueva forma de reinventarse a sí mismos. Este verano precisamente vivimos el retorno de Iron Man, Hulk o Batman. Pero, sorprendentemente, todavía hay lugar para nuevas creaciones. Hancock es un original personaje que no nace en la viñeta y que salva a personas de forma algo peculiar: sus destrozos son más llamativos que sus salvamentos. Puesto que además es alcohólico y vive en la calle, su aspecto físico dista mucho del estereotipo habitual y, todo ello, provoca rechazo en la gente. Esta sorprendente premisa (más cercana a nuestro genial SuperLópez que a Hollywood) es el nuevo vehículo de lucimiento de Will Smith, un actor que ha crecido de forma brillante desde aquel Príncipe de Bel-Air hasta convertirse en una garantía de éxito para la taquilla mundial. Para quienes no soporten las gracias de Smith (que los hay), debemos asegurarles que en Hancock se muestra bastante comedido. Además, lo mejor de la película no sería lo que hemos contado (que todos hemos visto en el tráiler o en las promociones) sino el giro que se produce a media película y que supone el nacimiento de un nuevo superhéroe. Siguiendo con esa reinvención de la que hablábamos, Hancock se convierte en una interesante revisitación de los tópicos habituales pero con una nueva visión más o menos verosímil (obviamente la suspensión de la verosimilitud ante una película de superhéroes comienza en el minuto uno). Unos brillantes efectos especiales (y una brillante Charlize Theron) ayudan a completar una película original y entretenida que no es poco para los tiempos que corre.