El dulce de la reina del río

La trucha es esencial en la gastronomía leonesa y uno de sus platos más típicos, sin contar con la tradición truchera de sus ríos. Además, el hojaldre es una materia prima utilizada en muchos postres. De su combinación nació, a finales del siglo XIX, la tarta de trucha que comenzó a elaborar Nicanor Rodríguez González, fundador de Nicanores de Boñar, un nombre que registrarían sus nietos y que definía a la perfección las hojaldritas que hoy ya han recorrido medio mundo.

Todo comenzó cuando el bisabuelo del actual propietario de Nicanores de Boñar, gran aficionado a la pesca, probó la experiencia de mezclar la trucha con el hojaldre, algo más que innovador en aquellos tiempos. Entonces tuvo buena aceptación y así ha seguido hasta hoy, tanto que goza de las mejores críticas entre los prestigiosos expertos del mundo culinario.

Luis Rodríguez explica que la base de este postre es el mismo hojaldre con el que se hacen los nicanores, de gran calidad y que tiene como ingrediente principal la mantequilla, huevos, harina y azúcar. Tras una capa de hojaldre se coloca la trucha frita, pelada y en pequeños pedazos. Se cubre con mazapán y una capa final de hojaldre con forma de triángulos. Una vez cocida en el horno se deja enfriar para adornar con azúcar glass, igual que los nicanores.

Este pastelero explica que hay que probarla para degustar su sabor especial. Alabada por diversos profesionales de la restauración, su compra está asociada a celebraciones y también forma parte de la carta de postres de algunos restaurantes, sobre todo de aquellos que están especializados en pescados y mariscos.

La tarta de trucha se puede comprar en la pastelería de Nicanores de Boñar en esta localidad y también en La Artesa, en la calle Ordoño II de la capital leonesa. Además, esta empresa tiene otra pastelería en la calle Coslada de Madrid.

En cuanto a los nicanores de Boñar, el dulce estrella de esta empresa, son un exquisito hojaldre cuya principal materia prima es la mantequilla. Después de una muy cuidada manipulación se convierten en un hojaldre de extraordinaria calidad puesto que la finura de sus capas lo hace tan frágil que prácticamente se disuelve en la boca de la misma forma que lo haría la propia mantequilla.

Fue en la pastelería Camilo de Blas, establecimiento en el que el fundador de esta empresa leonesa trabajó como aprendiz, donde comenzó a aprender a elaborar el hojaldre sin pensar que continuaría sorprendiendo a los paladares más exigentes cuatro generaciones después.

Su primer comercio fue Casa Nicanor, una tienda en la que poder adquirir los más variopintos productos alimentarios y de utillaje y, por supuesto, las deliciosas hojaldritas para las que aún no había encontrado el nombre adecuado. Los encargados de hacerlo fueron unos clientes de un balneario que existía entonces en Boñar sin saber que iban a escribir una página en la gastronomía leonesa.