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EL ORO ROJO

Un pueblo hecho en barro

Jiménez de Jamuz volverá a revivir una de sus tradiciones más ancestrales este domingo. De puertas para adentro, durante el resto del año y en apenas cuatro talleres, el oficio de la alfarería intenta mantenerse en pie. Las manos pro

El maestro alfarero hace una de las piezas que será regalo institucional del Ayuntamiento.

Publicado por
Nuria González.
León

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El domingo, la localidad de Jiménez de Jamuz volverá a rendir su especial tributo al barro y a un oficio que, durante décadas, fue clave en la supervivencia económica de la zona. Sin embargo, hoy en día apenas quedan cinco talleres que atestiguan lo que fue el pasado. De hecho, sus vasijas cocidas en hornos de leña que dan bellas tonalidades rojizas y tintes verdosos se vendían en ferias y mercados de León y de numerosos puntos del país. El secreto de esta alfarería consiste en la gran calidad de su arcilla y en la pericia de sus alfareros, que mantienen una labor reconocida y admirada, no sólo en la provincia, sino también fuera de nuestras fronteras. Los botijos, vasijas y vajillas son bellas piezas tratadas con tesón y paciencia en el alfar.

Jiménez de Jamuz es un pueblo con una tradición alfarera de siglos, tanto vidriada como sin vidriar. Cualquier elemento de la casa, decorativo o no, se hacía en barro: vasijas para el agua (barrila, bocaleja, botijo, cántaros); para el vino (mostero, cuartilla, medio cántaro, barril, jarras y jarros); para la leche (nateras, lolas, ollas, queseras, jarras anchas); para la manteca y la matanza (orzas, chamorrillos, «soperas», barreñón); recipientes para la lumbre y para la mesa, sin olvidar las piezas artísticas, como la jarra trampa o el botijo de cura, y su famosa juguetería.

De las manos de los alfares de Jiménez de Jamuz salían variedad de cacharros, con formas y características peculiares según las regiones o comarcas a las que iban destinados: cántaros de ala, boinas y ollas, para Galicia, para Benavente y comarca de Alcañices; nateras para la montaña leonesa; platos cabreireses, tazas catalanas, y otros muchos artículos. Toda una rica gama de formas, de carácter más bien utilitario, que ahora se muestran y se elaboran en el Alfar Museo, que pretende ser el vivo ejemplo de esta tradición y dónde se conservan las mejores y más representativas piezas salidas de los antiguos alfareros.

En el año 1752, según el Catastro del Marqués de la Ensenada, había en Jiménez de Jamuz cuarenta y dos alfareros y aproximadamente un siglo después la cifra sería ampliamente duplicada, incluso llegado hasta los 160. Esa intensa actividad fue dejando paso a una decadencia del oficio por falta de alfares. En los años de bonanza, en este pueblo había días que se encendían hasta 30 hornos para la cocción de los cacharros. «Oficio noble y bizarro, entre todos el primero, pues en la industria del barro Dios fue el primer alfarero y el hombre el primer cacharro». Es uno de los dichos más populares de esta zona, no en vano la alfarería de Jiménez de Jamuz fue utilizada como motivo decorativo por el arquitecto catalán Antonio Gaudí en arcos de puertas y en nervaturas de bóvedas del Palacio Episcopal de Astorga.

La historia del pueblo de Jiménez de Jamuz hunde sus raíces en las manos de un alfarero labradas por el barro y, en este sentido, de reconocimiento de una tradición. Las familias de Jiménez de Jamuz han vivido desde siglos de su alfarería. Eran negocios familiares en los que todos tenían su cometido: el padre de familia, al torno o rueda; la mujer, al vidriado; los hijos, sacando a orear los cacharros o ayudando a meterlos en el horno.Por eso, en el año 2000 comenzó a celebrarse una feria en la que convergen otras artesanías como la cerámica, el cuero, el vidrio, el metal, el mimbre y la platería. El Alfar Museo mantiene vivo un oficio ancestral. Una vez al año enciende el horno árabe para cocer entre 1.000 y 1.500 cacharros de todo tipo que luego servirán como regalos institucionales del Ayuntamiento de Santa Elena de Jamuz porque en el museo está prohibida la venta, tal y como relata el maestro alfarero, Jaime Argüello Lombardero que, con su juventud, tiene unas manos expertas. Entró en el museo de aprendiz cuando se inauguró, entonces tenía doce años, y hoy lleva dos como maestro alfarero. Su afición por el barro no le viene de familia pero tuvo claro que quería trabajar entre el oro rojo. Este joven cuenta como el barro se extrae de los barreros que están en el pueblo, a un metro de profundidad. Después se extienden al sol y una vez secado se prepara para modelar en el torno.

Un proceso artesanal que hoy se puede ver en el museo, cuya visita se acompaña con una explicación de todo el proceso. El Alfar Museo recibió el año pasado más de 4.000 visitantes.

Jaime Argüello agradece el apoyo de la Diputación y del Ayuntamiento de Santa Elena de Jamuz, quienes subvencionan su mantenimiento. Reconoce que la alfarería ha pasado de tener un fin utilitario a decorativo y espera que, el menos, se mantenga la actividad de los cuatro talleres existentes en el pueblo.

La Catedral del Barro (www.alfareriaonline.com),situada a la entrada del pueblo, es una gran «mansión» dedicada a la alfarería, dónde es fácil encontrar cacharros para todo tipo de utilidades, desde recipientes para el agua, el vino o el queso, hasta utensilios de cocina y objetos de decoración, platos para hacer la carne a la piedra, la queimada o juegos de café. Otro de los lugares en los que encontrar verdaderas obras de arte hechas a mano y en barrio es la alfarería Miguel Sanjuan (987 664288), además del taller de Teresa García (987 664386) o Taruso (987664223) que constituyen visitas imprescindibles, todos ellos enmarcados en la Vía de la Plata. Además, la visita a Jiménez de Jamuz puede ser aprovechada también para conocer sus irresistibles bodegas y para degustar algunos de los platos más típicos de la gastronomía leonesa.