Diario de León

Cooperativa comarcal | Valdevimbre

Historia y memoria del clarete

El millón y medio de litros de este año es sólo una cuarta parte de lo que la Cooperativa Vinícola Comarcal llegó a elaborar en la década de los setenta. De entonces queda el legado de una importante labor social y una manerade entender el vino, en particular el muy tradicional clarete.

Vista lateral de la cooperativa, que guarda en su interior algunas piezas de museo.

Vista lateral de la cooperativa, que guarda en su interior algunas piezas de museo.

Publicado por
Rafael Blanco
León

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Referencia tradicional de una de las tres subzonas vinícolas que hoy integran la Denominación de Origen Tierra de León, Valdevimbre es también ahora, y lo es por renovadas razones, una mención obligada al hablar del más característico vino leonés, el legendario clarete, que además ahora se rodea de elaboraciones impensables no hace mucho tiempo-¦ por la diversidad, por supuesto, pero también por la calidad. Como centro de producción, la histórica Val de Vimen concentra el mayor número de bodegas entre las localidades integradas en el territorio abrazado por la deó. Grandes bodegas, además. Pero a la Cooperativa Vinícola Comarcal de Valdevimbre ha de atribuírsele siempre, y además hay que agradecérselo, que mantuviera viva la actividad en el entorno. No pasa por sus mejores tiempos esta sociedad, que frente al fracaso de otras similares siempre ha sabido estar a la altura en todos los sentidos.

Fundada en 1970, vivió años de gran esplendor en las décadas de los setenta y ochenta, cuando era fácil desbordar la capacidad de producción de las instalaciones, unos seis millones y medio de litros, gracias a las aportaciones de viticultores no sólo de Valdevimbre, sino también de Antimio de Arriba y de Abajo, Chozas de Arriba y de Abajo, Banuncias, Cembranos, Cillanueva, San Cibrián, Fresnellino, Villalobar, Ardón, Benazolve... Hoy, cuarenta años después, cuatrocientos viticultores aparecen inscritos en su listado, aunque realmente sólo unos doscientos cincuenta desarrollan actividad en el campo y entregaron en la última vendimia 1.855.180 kilos de uva, de los que 1.267.820 fueron de prieto picudo, 468.860 de otras tintas (tempranillo y mencía, sobre todo) y 9.060 de verdejo.

Con ello y con la ayuda de un gran equipo humano se las arregla Francis Giganto para elaborar dos líneas de vino de calidad: Señorío de Valdés , rosado (80.000 botellas este año; 1,60 euros en bodega) y tinto (30.000; 1,65), y una superior, Abadía de Balderedo , que pone nombre a un verdejo de cuarta elaboración (5.000; 2,35) , el tradicional rosado, un tinto joven (20.000; 2,95) y un crianza de doce meses en barrica de roble francés (10.000; 5,00). Es muy significativo que, en tiempos de mucha cautela en todos los sentidos, en este caso haya aumentado considerablemente la producción del rosado básico y del de más alta calidad, en menor medida el verdejo y de manera importante también los dos tintos, muy apreciado por los socios el crianza.

Es sólo una parte de la actividad de la bodega, que tiene otras líneas de producción de mayor volumen. Como vinos de mesa embotella los San Tirso rosado y blanco, pero diferencia los rosado de granel con las terminologías corriente, extra, cubas y fermentación controlada, mientras que del tinto se hace normal y especial. El práctico bag in box da salida a una parte significativa de la producción. Tiene especial ilusión la bodega, tanto la dirección social como la técnica e incluso el personal, en una nueva elaboración que, cuando menos, despierta especial curiosidad. Se trata de un vino de mesa envejecido nueve meses en barricas de roble francés y americano. Es una producción poco menos que testimonial, unas seis mil botellas en su segunda elaboración (2,80 euros) que, bajo la consideración de vino de mesa, aparecen etiquetadas como Casas Negrales . No es poco que en una cooperativa haya al menos interés por hacer cosas nuevas.

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