la fiesta del corpus christi
Dios y el mundo en Laguna
Laguna de Negrillos.Un ritual original, cuyos orígenes se remontan al siglo XVI-XVII y que ha sido merecedor de la declaración de Interés Turístico Regional, distingue la celebración del Corpus de Laguna de Negrillo
E l Corpus más popular leonés es el que se celebra en Laguna de Negrillos y que este año tendrá lugar el domingo, fiesta declarada de Interés Turístico Regional. La celebración, cuyo origen reside en el culto público de la eucaristía, sobrepasa los actos litúrgicos para llegar a otros de cierto matiz profano donde las representaciones y las danzas se unen a la fiesta religiosa.
La fiesta del Corpus Christi fue refrendada en el Concilio de Viena en el año 1311, aunque con anterioridad ya era una fiesta de honda raigambre en España. Su origen pagano exalta los ritos de adoración del sol como fuente de luz y de vida. La fiesta actual -”filtrada por el catolicismo-” celebra la transmutación del cuerpo de Cristo en pan y es, a la vez, origen de buena parte de la teatralidad española posterior, donde los autos sacramentales surgieron con gran apoyo de la institución católica.
Si el Corpus Christi se considera fiesta eminentemente religiosa en toda España, en Laguna de Negrillos adquiere importancia singular por su forma peculiar de celebrar la procesión, conservando su espíritu original de la que constan datos del siglo XVII. Una procesión de la que quedan pocos ejemplos en España.
Un ritual original protagonizado por la cofradía del Señor Sacramentado que, con espíritu conservador, ha velado por mantener este acto inalterable. En Laguna de Negrillos el protagonismo es de quien acompaña al Santísimo. La procesión parte de la iglesia de San Juan Bautista encabezada por San Sebastián, un centurión romano que por su fe cristiana fue martirizado. Militar de la guardia pretoriana y de Laguna de Negrillos, oficial de Diocleciano, visitaba en la cárcel e incluso salvaba la vida de su hermanos de fe hasta que fue denunciado. Hasta entonces, había ocultado sus creencias ante el poder civil y religioso de Roma, que obligaba a dar culto al emperador.
San Sebastián viste braga negra abotonada en la rodilla, casaca militar con puños y cuello colorados y en la manga ostenta cuatro estrellas que le confieren el rango de capitán. Va cubierto con mantón de Manila, tocado con gorro napoleónico de Emperador y oculto el rostro tras una hierática careta. Porta en la mano derecha una saeta y en la izquierda una espada envainada, como armas de defensa de la fe y símbolos de su martirio. Tamboril y dulzaina, danzantes y birrias al toque correspondiente de campanas recogen al mayordomo de la cofradía, al San Sebastián, al alcalde y al párroco para acompañarlos a la iglesia.
Después del ritual correspondiente en el coro de la Iglesia de San Juan Bautista sale la procesión en la que toma protagonismo el San Sebastián con paso firme y arrogante al tiempo que da muestras de desprecio ante los signos religiosos. Al paso de la oca -”muy exigente, ya que obliga a taconear cada vez que se posa el pie-” se dirige hacia la ermita del Arrabal donde se oficia una misa. Después, tal y como manda la tradición, el San Sebastián se arrepentirá, se quitará la careta y huirá avergonzado para aparecer en un acto posterior como un devoto más. El acompañamiento de este Corpus incorpora figuraciones no menos atractivas y libérrimas: Jesús y once apóstoles (excepto Judas, cuyo símbolo en algo representa San Sebastián), un evangelista, un santo y el precursor San Juan Bautista, ataviados a la usanza con careta y atributos, intercalados por las imágenes religiosas llevadas en andas por gentes del pueblo.
A ambos lados de la comitiva bailan los danzantes ataviados con sus atractivos trajes, lazos y faldas almidonadas, camisa y mantón blanco. Interpretan sus originales y respetuosos bailes en honor al Santísimo, al que nunca le dan la espalda. Los birrias o demonios, con sus trajes y caretas negras de aspecto desastroso, van abriendo la procesión.
Si los estudiosos no se ponen de acuerdo sobre quién en ese San Sebastián, el pueblo lo tiene claro y considera que es un capitán de bandidos arrepentido y convertido en santo porque acaba humillado y convertido ante el Señor. San Sebastián padeció los más crueles castigos hasta recibir muerte por defender su fe cristiana, hecho que le valió ser mártir. Fue, por excelencia, el santo más invocado para proteger a los pueblos de las epidemias, especialmente de la peste. Este año, Pablo Verdejo Peláez, de 25 años, encarnará su figura durante todo el recorrido. Un honor.s