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MADAI | Quilós

Un godello de muy buena casta

La ilusión sustenta este pequeño proyecto familiar. La ilusión, el entusiasmo, la imaginación y... el trabajo de los hermanos Daniel y Gonzalo Amigo. La ilusión por la viña y el vino, claro, pero también por recuperar las raíces familiares de quienes enarbolan el Bierzo como bandera

Aspecto del fantástico viñedo que Madai tiene en Quilós.

Publicado por
Rafael Blanco.
León

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Madai es el proyecto nacido de la ilusión de una familia. O muy concretamente de la que un padre que un día tuvo que buscarse la vida en otras latitudes supo inculcar a sus hijos. Gonzalo Amigo, un berciano de Carracedelo al que la viña le llegó por legado familiar, asumió el encargo de no dejar perder apenas hectárea y media de extraordinario viñedo ubicado en un paraje privilegiado de Quilós. En los muchos años en los que no fue posible más dedicación a la actividad, la vendimia era entregada a la cooperativa, sin más pretensiones. Eran tiempos en los que los Amigo tenían por dedicación familiar la compra de vino de mencía y de prieto picudo para su venta en la bodega que regentaban Sada —un pequeño reducto de la provincia de León a tiro de piedra de A Coruña— a la que acudían urgentes o en la que dejaban correr el tiempo vecinos de allí y bercianos de paso ocasional o frecuente. Pero nunca se sacó de la cabeza Gonzalo Amigo la posibilidad de aprovechar el extraordinario rendimiento de ese cepaje envidiable. La idea acabó calando en otro Gonzalo y en Daniel, sus hijos. La curiosidad los llevó, médico uno e ingeniero otro, a adquirir unas nociones de viticultura y enología y la inquietud los puso en situación de elaboración. La concretaron a partir de la vendimia del 2006, en las instalaciones de Luna Beberide, con un primer objetivo claro –godello– y defi nido –larga permanencia sobre lías–, cuyo resultado fi - nal fue uno de los blancos que más y mejor dio que hablar entonces. Fueron apenas tres mil botellas, vistas y no vistas. La adquisición de media hectárea más de viñedo y la disponibilidad de la vendimia de otras dos en situación de arrendamiento les permitió elaborar junto al segundo Madai godello, ya seis mil botellas, un tinto marcado también por la excepcionalidad. Se trataba en este caso de explorar el potencial del trabajo sobre el mencía a partir de la misma idea que en el caso del godello (6.000 botellas de la cosecha del 2008, ya en el mercado; 12,00 euros). «Queremos ensalzar a la mencía y a nuestra tierra. A una y a otra las hemos puesto donde se merecen, en primer plano, adornado el vino con notas de crianza que aportan complejidad y elegancia en perfecta armonía. Se trata de un tinto de carácter muy atlántico, pero con la variedad y el terruño muy defi nidos y acompañados por la sutil crianza en roble francés», se defiende desde la bodega, que en el plano comercial afronta la exportación como reto, con el objetivo de cruzar el Atlántico y someterse a la consideración del exigente mercado estadounidense. «Pero tenemos una espina clavada y queremos darnos a conocer en nuestra tierra, algo que la verdad asumimos como pendiente».

Ese es el otro reto… confesable. Los retos no confesados son dos nuevas elaboraciones que se guardan en la cabeza y quién sabe si también en una esquina de la bodega de Cacabelos en la que maduran estas y otras ideas en torno al nuevo vino berciano. Pero no hay en este caso prisas ni compromisos. No va en ello más que el intento… y, eso sí, mucha, mucha ilusión.

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