cita con el buen vivir
De feria por El Espino
En la puerta de Los Ancares.Las ferias de los pueblos languidecen, pero existe una que desde la Edad Media resiste: la de El Espino (Vega de Espinareda). Es, sin duda, un atractivo a la puerta de Los Ancares. Además de ver y comprar se puede comer. El pulpo, su gran aliado.?? POR MANUEL FÉLIX
Anótenlo en su agenda de ocio y buen vivir: Los 1 y los 15 de cada mes hay feria en El Espino. Llueva, nieve o caliente el sol, allí estarán en esas dos jornadas sus ya habituales feriantes. Esos que han recibido la sabiduría del comerciante de calle, casi de generación en generación.
En el Bierzo es sabido que para comer un buen pulpo, la feria del Espino es el gran referente. Y lo es por lo bueno que sabe el cefalópodo a la gallega, cocido en esos calderos de cobre o acero inoxidable y aliñado como sólo esas manos expertas de las «pulpeiras» lo saben hacer. Y lo es también por comerlo en ese lugar, rodeado de montañas y gentes que acuden a disfrutar de una mañana apacible.
Pero antes de comer el pulpo es preciso abrir el apetito con un paseo por el ferial. El pueblecito de El Espino parece estar construido en torno al recinto ferial. Da la impresión, y así es, que primero fue la feria y luego llegaron las casas, que se levantaron a su alrededor y junto a la iglesia.
Nada más dar los primeros pasos, los ojos se van a un montón de nueces. Son de los nogales de la zona de San Julián, en Vega de Valcarce. Eleazar Jiménez Bargas acaba de cumplir los 18 años y dicharachero no pierde ocasión para hablar con cualquier potencial cliente. Cuenta a modo de queja que «la cosa está floja por la crisis» y vende el saquito de este preciado producto a 3,5 euros.
Unos pasos más allá se encuentra Azucena Vallín, una asturiana de la zona sidrera de Villaviciosa que tiene un puesto de madreñas. Esta madreñera vende el par a 20 euros, estén o no más o menos decoradas. Las hacen de abedul y humero, aunque confiesa que «el trabajo bruto» lo hace ya una máquina. Cuenta que como no llueve y como cada vez se atiende menos al ganado, se venden menos.
A unos metros de la madreñera está el puesto de un anticuario de Ponferrada. Andrés Rodríguez, un habitual del Espino, vende desde relojes raros a rayadores de queso o almendras, hasta libros de patologías pulmonares, pasando por garlopas, un samobar (tetera rusa) o radios antiguas de 70 euros que antes de la crisis no bajaban de 120. Como ejemplo de la situación señala las herraduras de caballo, que ahora vende a 3 euros y que no hace mucho se las quitaban de la mano a 12 euros.
Alfonso Otero lleva acudiendo al Espino 25 años. Tiene un puesto de legumbres y frutos secos. Vende a 5 euros los ajos, espléndidas avellanas a 4 euros el kilo e incluso las auténticas fabes para la típica fabada, a 9,60 euros el kilo. «La gran diferencia en las ventas, a menos, se notó desde que por el año 1996 dejaron de hacer feria de ganado», resalta, aunque cuenta que la tradición sigue y seguirá sin ganado.
También hay charcutero para el que quiera llevarse a casa una pieza de cecina, de lomo o chorizos. Daniel Santos es este charcutero que viaja desde Astorga al Espino los 1 y 15 desde hace diez años.
Y para comer estos apetecibles embutidos, frente al charcutero está el puesto de pan. Es pan de Palas de Rei (Lugo). Adrián Mariño está al frente del puesto de las hogazas, que las tiene a elegir: de centeno sólo o mezcla con trigo. Como buen comerciante que es da a probar la mercancía y el sabor es de lo más apetecible.
También hay muchos más puestos de ropa, de calzados, de árboles, de maquinaria para cortar madera, de juguetes y otros objetos para los pequeños. Pero el reloj marca ya más de la una de la tarde y el olor del pulpo es un reclamo muy tentador.
Encarnación Cela Vega (ella dice que la conocen por Chonita) es la pulpera. Viene de Cacabelos y su cara casi se podía asociar a este saber de cocer y servir el pulpo. Chonita lleva 40 años dedicada al pulpo. Como no hemos espabilado, acaba de cortar delante de nosotros la última tapa que tenía cocida en el pote. Y así, optamos por la alternativa de ponernos a la cola de la otra pulpera del Espino, llamada Amalia Álvarez Gavela. Ésta sí es nativa de aquí. Vive en El Espino, aunque cuenta que nació en Espinareda. Con el pulpo dice que no notan la crisis, que se vende bien, porque en este caso son dos días señalados al mes. Lleva 20 años con este puesto y ha vendido muchas tapas. Hoy, la tapa grande a 18 euros, la mediana a 11 euros y la pequeña a 8.
Y para comerlo, dentro de su bar se hacen amigos. Te ponen pan y botella de vino, que si se quiere, se puede rebajar con gaseosa. Y así, listos para la próxima feria.