«Mencía: tipicidad y respeto»
Pedro Merayo y Fermín Rodríguez-Uría
Bodega y Viñedos Merayo, S.L.
El de Merayo es de los últimos grandes proyectos en llegar al vino berciano. Al vino, porque en la viña ya estaba. En realidad también es un apellido vinculado al vino por legado familiar. Intensamente dedicado a la fruticultura durante años, regresa ahora a algo que nunca pudo quitarse de la cabeza.
Lo bodega es de él, de Pedro Merayo, pero el «alma de la bodega» es Fermín Rodríguez-Uría. Lo repite las veces que haga falta el propio Merayo, que ha confiado el desarrollo de su proyecto familiar al joven enólogo, avalado sin embargo por una corta pero sólida trayectoria profesional y depositario de la confianza no sólo de su nuevo mentor, sino de todos aquellos que conocen en profundidad la viña y el vino bercianos.
Pedro Merayo sustenta su proyecto en algunas de las mejores viñas del Bierzo —más de 24 hectáeas en las laderas de Villafranca, buena parte de las cuales fueron adquiridas a los Álvarez de Toledo—, y una bodega en trasformación surgida de la adaptación de la nave en la que almacenaba la fruta, en la finca de Miralmonte. De las nueve hectáreas de su propiedad en ese paraje a sólo tres kilómetros de Ponferrada, cuatro serán plantadas de inmediato de Godello para ambientar la bodega y dar cobijo a un proyecto enoturístico. Pero eso es futuro. El presente es una sensata gama de nuevos vinos exprimidos de la mejor uva y de las más firmes convicciones: «Nuestra obsesión es respetar el terroir de los viñedos de la familia y la expresión de la variedad», confiesa Fermín Rodríguez-Uría y asiente Pedro Merayo.
«La tipicidad varietal y la complejidad que aporta la diversidad del suelo, del que sobre todo nos gusta la carga de mineralidad, es lo mejor de la Mencía», reflexiona el director técnico antes de hilar una definición sincera y sentida de la vinífera: «Es sensible, delicada, compleja... Hay que tratarla con mucho respeto para conservar la riqueza varietal». Lo dice justo antes de advertir de uno de los riesgos de la elaboración: «Hay que tenerle mucho respeto a la crianza en barrica. Si te pasas, pierdes las notas florales, la fruta... la tipicidad. La madera debe estar ahí, como complemento, para crear buena estructura, pero nunca tiene que estar por delante de la identidad varietal».
Bajo esa convicción presenta la bodega sus dos primeros altos de gama — Las Tres Filas , con nueve meses en barrica, y Aquiana , con entre doce y quince—, que coronará con un vendimia seleccionada — La Galbana — que llevará el nombre de la mejor viña de la propiedad.
Con el tinto joven Valdarrodas ya en el mercado desde el año pasado, la bodega estructurará de inmediato su oferta más comercial bajo la referencia Merayo con un Godello, un rosado de Mencía y otro tinto joven también monovarietal de la variedad autóctona. El rosado, recuperado ahora por varias bodegas bercianas, es «un empeño personal» del propio Pedro Merayo, reconoce Rodríguez-Uría. El otro empeño personal del viticultor y ahora bodeguero será, se intuye, un segundo blanco elaborado a partir de Doña Blanca, una variedad en la que tiene depositada mucha fe y de la que se puede hacer «algo bueno».
Bueno es ya el Godello que estos días aparecerá en el mercado: «Es interesante, tiene potencial elaborador y mucho mercado, sobre todo en exportación, pero entre todos tenemos que defender el precio».