LA RUTA
Por los sitios del general
La ruta que siguió Napoleón Bonaparte en Astorga durante su toma en la Guerra de la Independencia.
Entraron su tropas y después él. A las dos de la madrugada del 1 de enero de 1809. La ciudad casi desierta. Sólo un puñado de hombres y sus criados. Por Puerta Obispo, avanzó el general aún glorioso. Dicen que bordeó el convento del Sancti Spiritus y se fue a dormir al Palacio Episcopal, el que hubo antes de que Gaudí dejara allí su impronta. Había abroncado al obispo, la única autoridad que seguía en Astorga. Luego, lo echo y se calentó en sus aposentos. Mandó encender la chimenea. Nevaba en la ciudad.
Sus tropas había avanzado durante días ateridas, semidesnudas, descalzas sobre la nieve. Y desmoralizadas. Habían presenciado la muerte de tres granaderos, hombres recios que no pudiendo seguir la marcha y acabaron con su vida en el camino. Tal vez por eso, Bonaparte alzó su voz para arengar a sus soldados en la llamada Plaza del Pozo, ahora de Santocildes. Lo tiene documentado y probado Arsenio García Fuertes. A alguna hora, se detuvo en la Plaza Mayor mientras sus hombres rebuscaban en las despensas repletas de los maragatos. Valiosos víveres y otros objetos de igual valor que llenan la bolsa y la codicia.
En el viejo palacio del obispo, de espaldas a la puerta, frente al fuego del hogar en guerra, estuvo a punto de caer asesinado. Si no es historia, sí creencia. Por eso el culto popular cuenta que no volvió a dormir allí. La segunda noche en Astorga la pasó en un caserón que ahora es calle, en las proximidades del convento plateresco. Y la tercera, dicen, en la Casa de Tepa, el palacete de Francisco de Viana. Después, la guerra siguió tentándolo. Más allá de la España irredenta. Marchó Napoleón de Astorga y no volvió más. Pero quedan sus huellas por la ciudad. Bien merece un paseo, aunque no sea militar.