Tenerife
El Caribe de Europa
‘Caribe’ es ya, más que un mar y su entorno, una marca asociada al sol, playas paradisíacas, vida intensa y diversión. No es de extrañar que no pocos espacios del mundo recurran a la asociación de “El Caribe de…”. Es el caso de algunas islas atlánticas europeas, entre ellas las Canarias españolas.
A una de ellas llegamos hoy. A un punto muy determinado de Tenerife. En el Sur, en la denominada Costa Adeje, muy cerca de las referencias internacionales de la Playa de las Américas y Playa de los Cristianos —espacios ambos de reconocimiento turístico en el sentido más global y festivo—, está Punta Paraíso. La localización de la serenidad, del descanso, con todas las posibilidades que las múltiples cercanías proponen y prometen, teniendo, eso sí, en cuenta que los enfoques y los disfrutes son siempre personales. La alternancia, en cualquier caso, es una forma posible y equilibrada. Conocer sobre la marcha tiene el toque de improvisación que todo viaje necesita.
Los espacios básicos para la tranquilidad y el descanso buscados se fortalecen en los paseos junto al mar, siempre abierto, y la posibilidad de detenerse para tentar, como tantos otros, la suerte de la pesca frente al batir de las olas. O bañarse en el mar, por ejemplo en la Playa Las Galgas, pequeña y remansada para nadar, que intercepta el camino del paseante, o sobre los espacios agrestes y rocosos que se proponen en el mismo saliente de Punta Paraíso, de donde toma nombre este rincón, que es un verdadero remanso. Para llegar hasta aquí es fácil que pase por el Lago Lido, un lago artificial muy amplio y con agua marina. Es un punto de relajación en el descanso que bien puede ocupar varias horas del viajero. Claro, y las piscinas de los hoteles, con sus habituales rutinas de ejercicios físicos. El calor y el sol están habitualmente asegurados.
Tienen, entre otras, la posibilidad de conocer otras playas, en una tarde por ejemplo. En dirección contraria a las más conocidas y concurridas —el servicio de autobuses cubre bien la demanda—, las playas de San Juan y los Gigantes suponen un mayor acercamiento a lo autóctono. Y están muy cerca, no más de media hora en bus.
Se recurre con frecuencia en todas las latitudes a las hermosas puestas de sol. Y seguro que a nadie le falta razón. También las de esta costa isleña son espectaculares, con un rojo intenso que abre un sendero casi infinito en el mar. No debe perder la secuencia. La experiencia es suya. Como lo es, pocos minutos después, ahora a sus espaldas, claro, la aparición, progresiva e intensa, de la luna, que parece emerger espectacularmente de detrás del Roque del Conde, el gran roque que domina el Macizo de Adeje y que supera levemente el millar de metros sobre el nivel del mar. Para los curiosos, añadir que es conocido también como Roque de Ichasagua, en recuerdo del jefe guanche que resistió en estas cumbres varios años después de haber terminado la conquista oficial de Tenerife.
Para los más decididos, o preparados, no está de más añadir que hay una ruta, no demasiado complicada, para alcanzar esta cumbre por la que trepa la luna. Es una sensación inolvidable, al menos para quien esto escribe.
Añado otro punto, igualmente cercano, para los amantes del senderismo. Se trata del Barranco del Infierno, el segundo parque natural más visitado de Tenerife. Un barranco, con profundas paredes producidas por la erosión y, por tanto, completamente encajonado con un itinerario muy atractivo e interesante en que el viajero, además de la admiración por el paisaje producto del paso del tiempo, encontrará la riqueza de fauna y flora. El recorrido se cierra con una cascada de unos 560 m de altitud, sin duda el elemento más notable del barranco. Bueno, claro, depende de gustos, y el trayecto tiene razones para satisfacer no pocos.
La ruta parte de la localidad de Adeje, que da nombre a esta comarca y que está muy cerca del rincón en que puede estar alojado. No es duro el trayecto, en el que puede invertir 3 ó 4 horas, incluyendo el regreso por un sendero hasta el punto de partida.