Diario de León

CONOCER

El Castillo de los caballeros de las capas blancas

Se levanta imponente sobre Ponferrada. Un auténtico castillo medieval. Fue fortaleza de los templarios, el lugar donde dicen que custodiaron el Santo Grial y el Arca de la Alianza. Y un fabuloso tesoro que nunca apareció. Cuentan que sus muros están marcados con señales. Tal vez el viajero no encuentre las pistas, pero se sumergirá en otra época. Tiempos de leyenda

El Castillo Templario de Ponferrada

El Castillo Templario de Ponferrada

León

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Llegaron con sus capas blancas y la cruz roja grabada sobre el pecho, a la altura del corazón. Se instalaron sobre el promontorio, en la otra orilla del río, en el mismo lugar donde los romanos alzaron su fuerte, el Interamnium Flavium, y donde tal vez hubo un castro de las tribus celtas. Hasta allí trajeron sus rituales sagrados. Y con ellos, la leyenda y los rumores. Todo enigmas. Su secreta ceremonia de iniciación. Su poder inabarcable. Su castillo.

Levantaron una fortaleza desafiante sobre la roca, en la colina desde donde dominar el territorio y el río. Y eligieron el doce. Un número legendario. Doce meses, doce apóstoles, doce tribus de Israel, doce hijos de Ismael el descendiente de Abraham, doce nombres sánscritos del Sol... y doce constelaciones. Dice la leyenda que levantaron doce torres, grabaron la Tau en la puerta y custodiaron en secreto en su interior el Santo Grial y el Arca de la Alianza.

Templarios. Venían de Tierra Santa, de luchar en la Cruzadas y proteger a los peregrinos de Jerusalén. En Ponferrada, en la encrucijada de caminos, recibieron la orden de defender el Camino de Santiago, dar cobijo a los caminantes, curar a los heridos y amparar a los enfermos. Y quizá algo más.

Cuentan que con ellos era posible recorrer el mundo conocido sin llevar dinero. Crearon una red social y económica sin precedentes en la historia. Un papel funcionaba como una moderna tarjeta de crédito. Y se convirtieron en los custodios de la riqueza. Su fortaleza berciana se transformó en la más emblemática de la orden del Temple, el enclave decisivo en la ruta del fin del mundo. Para 1185, los templarios eran ya señores de buena parte de Ponferrada.

Un milagro. Y hasta eso tuvieron. Cuenta la leyenda que un caballero templario, hacha en mano, taló una vieja encina. Buscaba madera para las obras de la fortaleza. En un hueco del árbol estaba oculta la Virgen de la Encina, patrona del Bierzo. La imagen había llegado de Jerusalén en la valija del obispo Toribio. Corría el año 450. En el siglo X, san Genadio ocultó la talla para evitar que fuera profanada por la tropas musulmanas. Tanto empeño puso, que pasaron cientos de años hasta que apareció. Era un 8 de septiembre.

Desde el castillo, los templarios dominaron el Camino de Santiago, la ruta mágica que conducía a la tumba del apóstol, la senda iniciática de la Cristiandad. Y así fue durante siglos. Desde la atalaya privilegiada de su fortaleza berciana. La misma en la que el rey Fernando el Católico mandó hacer un atajo, nadie sabe para qué. Por ella disputaron nobles y alcaides.

Ni siquiera la caída en desgracia de los templarios apagó el misterio que rodea la fortificación.

El último maestre, juzgado por hereje, ordenó que la hoguera fuera colocada mirando a Nôtre Dame para orar mientras era quemado vivo. En su pira, maldijo al papa y al rey y los emplazó al tribunal de Dios. Clemente V murió a los 33 días, repentinamente, en un viaje a Burdeos. Felipe IV de Francia no pasó de ese año. Agonizó durante una cacería.

Entonces, el mundo entero se lanzó a buscar el Tesoro de los Templarios, una inmensa riqueza que podría estar oculta en algún rincón del castillo de Ponferrada. Se rastrearon en sus muros símbolos ocultos, pistas que pudieran revelar el lugar de la fabulosa fortuna, un inmenso legado en monedas y reliquias. Oro junto al Santo Grial, el Arca de la Alianza donde se guardaban la tablas que Dios entregó a Moisés en el monte Sinaí, o la mesa donde el rey Salomón escribió todo el conocimiento del universo.

Luego, la historia tejió una red de olvido y el castillo estuvo a punto de sucumbir. Las tropas napoleónicas, conscientes de su valor estratégico, dinamitaron la fortaleza. En 1848, el Ayuntamiento usó sus piedras para construir un mercado y unas caballerizas públicas, Las Cuadras, que aún se conservan en el extremo oriental de las murallas, y su patio de armas, donde se acuartelaban los templarios iluminando la noche con antorchas, sirvió de campo de fútbol.

Pero nada pudo con su misterio. En Ponferrada, la vieja Pons Ferreta, la ciudad que se fundó alrededor de un puente de hierro, se alza majestuosa la fortaleza templaria. Belleza inmensa del medievo. Donde dicen que se oculta un grandioso tesoro.

L. DE LA MATA

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